lunes, 4 de junio de 2012

Inmóvil

La taza con agua en una mano y la noche que se cae en bostezos.
El humo vibra al ritmo de una canción inventada, de esas que se dibujan en las noches de insomnio en tu cabeza, moviéndote imperceptiblemente los más íntimos rastros de conciencia.
La taza roja sigue sostenida por mero reflejo, con agua de la canilla, esperando que el cigarrillo se sumerja y se extinga el humo que le hace honor a la lluvia.
Tanta mirada ingenua viendo el agua correr y ahora, estancada, el agua tiene un destino de ceniza más gris que los pensamientos de estos últimos días.
Como despertando de un trance místico, la mano aparta la taza de su inmovilidad decidida y deja caer el agua que se pierde entre la rejilla brillante de la pileta.
Es tiempo de viajes oníricos, al fin, pero la canción inventada no se extingue, ni las ganas, ni la mirada puesta en un punto fijo, secretamente moldeado para ser destino.

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