jueves, 29 de mayo de 2008

Hace frío

Ya no quedan tardes de bancos enfrentados ni libros sobre los que bajar la cabeza en los días de lluvia. Extraño esos paseos por 18, sola, con frío, mucho frío besándome la cara a falta de otros besos.
Extraño la calavera del tiempo pulverizada por el verano, las promesas de volver, esas escapadas a aquí y allá, siempre con el bolso en mano y las ganas puestas en la playa, las olas a la derecha, las noches cayendo entre planes, tortas fritas y alguna que otra excursión improvisada.
Extraño las dos o tres llamadas madrugadoras, la poesía venida desde lejos y las reseñas de bares de otros lados hechas para mí, de esas personas hiriendo la calle mientras me desangro en esta ciudad verde agrisada.
Por estos días gélidos pasa que me dan ganas de estar ahí, hablando o en silencio, como más te guste, pero estar ahí sin las náuseas y sin esa cosa de sapo de otro pozo que me da siempre, sin sentirme el centro pero tampoco la rara. A veces, sí, a veces nada más me gustaría ser una más, pero alguien especial contigo...
Quizás por eso no tengo más nada que decir y escribo estas cuestiones sin interés alguno. Pero pasa que no puedo dejar de verme en el pasado, paradita, frágil, al borde del abismo de estos días que vienen.
Y también pasa que hace frío.

martes, 27 de mayo de 2008

tres pájaros de un tiro

Esta es la entrada número 100.
Y aproveché para hacerla justo el día de mi cumpleaños nº 20.
También aproveché para hacerle una lavada de cara al blog.
Espero que les guste. Gracias a los que se pasan siempre por hacer que me den ganas de llegar, al menos, a este punto.
Mis historias, mis desengaños, mis miserias, mi imaginación con cara de niña y de vieja se han jugado todo en este rincón de significados.
Gracias al que se la juega desde su pequeño espacio, desde los comentarios, gracias por colaborar a que cada vez más gente crea que otro mundo es posible.
:)

domingo, 25 de mayo de 2008

Aún hay cuerdas

Los resabios de una náusea adolescente se estrellan contra esta marea inservible de recuerdos. Tengo en las manos nada más que un manojo de posibilidades, casi formulitas de acción para esas situaciones boludas que cada tanto se presentan.
Arriba de aquel bondi interdepartamental no sentí náuseas, pero ahora que revivo las escenas me da algo más que eso. Y ni siquiera era tan adolescente.
Ahora, como entonces, hago listas y listas y listas y me gusta tachar lo hecho, garabatar lo anulado, subrayar lo pendiente. Hago listas.
Con eso me conformo; no salgo a la calle a buscar nuevas aventuras, nada más los puñaditos de letras unas debajo de las otras, esperando ser constatadas, tachadas, borradas, subrayadas.
Capaz en la calle me espera el príncipe, algún amigo de otros tiempos, las voces de los que perdí, fui dejando en el camino, las tardes de bancos de plaza, de confesiones estúpidas, de niños que no eran míos. Pero toda esta infancia que me arde en la cara, toda esta ironía cruel de la inundación me devuelve a aquella cita a ciegas y me quedo sin saber qué me depararía salir.
Todavía hay algo que me ata a esta niebla de inseguridad y frío.
La náusea misándrica viene ahora, recién ahora, cuando es demasiado tarde.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Microrrelatos2

Los últimos dedos, los anulares y los meñiques de sus respectivas manos dejaron de tocarse. La despedida.
(17 palabras)

Los perros ladraban la señal de aquella noche. La lluvia removía el escondite.
(13 palabras)

Tuvo tres horas para despedirse. En el último minuto recién dijo 'te quiero'. Ella dijo: yo no.
(17 palabras)

Ella llegaba una hora tarde y él tenía una lista de insultos que propiciarle.
-Perdón, ¿hace mucho que esperás?
- No, recién llegué.
(22 palabras)

El marcapginas cayó al suelo, donde años después abrirían esa página de su vida.
(14 palabras)

---------

Peores microrrelatos que la última vez, creo que porque no estuvieron bajo el efecto del té de durazno. Me gustaría que alguno dejara el propio, o aportes para mejorar estas absurdas líneas.

jueves, 15 de mayo de 2008

las tres manzanas.

Interrumpió su larga charla aquel saquito de huesos que se acercaba a ellos cruzando la plaza. Brotó entonces la paranoia citadina, quizás con más fuerza porque M, siempre lo dije, es un gaucho nacido equivocadamente en Montevideo y V directamente no es de acá. Volvieron sus cabezas, se hicieron los tontos, presintiendo el "mangazo" del desconocido. Pero este los sorprendió llamando a uno por su nombre: ¡"V"! De a poco se fueron reconociendo, más bien V fue reubicando en la cara de aquel mendigo la de un viejo conocido de sus pagos.
Se saludaron un poco más efusivamente, M miraba de lejos el panorama, callado, intentando ver en ese rostro sucio y demacrado alguien que creía también concoer de algún sitio.
La vida lo había cambiado. Supuestamente, según me llegó, unas decisiones de búsqueda personal, complementadas con viajes, privaciones y delirios. La historia me hizo acordar a los ascetas con los que pasa un tiempo Siddharta en el libro de Hesse.
Hacía tres días que no dormía pero sus ojos desorbitados revelaban una excitación más digna de litros de café que de falta de sueño. Tenía una energía que contradecía su aspecto, había vivido en la calle durante un buen tiempo, siempre persiguiendo alguno que otro sueño o buscando poner en práctica sus filosofías absurdas.
Habló con ellos un buen rato. Por momentos parecía estar bajo los efectos de alguna droga, por momentos sus frases eran totalmente lúcidas y develaban interesantes cuestionamientos y propuestas existenciales.
Al cabo de un rato, sacó de su breve equipaje tres manzanas.
- ¡Justito! Tengo tres manzanas, una para mí y una para cada uno de ustedes - comprobó con admiración y regocijo, los ojos brillándole como un niño frente a un regalo.
M y V se miraron incrédulos, constatando el milagro de la casualidad y el gesto que decía más que lo que estaban viendo y oyendo.
Al cabo de más tiempo (el tiempo en la plaza transcurre distinto que unos metros más allá, en la calle) llegó a su encuentro una muchacha.
El mendigo se había ido en su viaje de búsqueda sin avisarle a su novia y hacía mucho tiempo que no la veía. La muchacha, también compañera de pagos de V, vive con él en el hogar estudiantil. Las caras de todos, al verse y reconocerse, fueron dignas de retrato. Esa puñetera certeza de sabernos en un mundo tan pequeño, lleno de casualidades, siempre nos golpea en la cara.
El mendigo y la muchacha se besaron, se abrazaron, él lloró un poco. V y M se mantuvieron algo alejados, mirándolos, cada cual con las frases del otro revoloteando en sus cabezas inquietas.
La muchacha se recompuso del encuentro y los miró a todos, todavía incrédula.
Con un gesto brusco, como disculpándose por un olvido, abrió su mochila y sacó algo.
- Miren, traje una manzana.

lunes, 5 de mayo de 2008

Poema de otro

A Francisco Benjamín

Cuando niño
aprendió
a contar
no con gemas
ni con dedos

Aprendió
a contar las
transparencias engranadas
que habitaron
desde siempre
(como la humedad)
las paredes
de su casa

Eduardo Borjas Benites

[ Publico aquí este poema de mi amigo Eduardo, de Perú, a pedido suyo y porque me pareció muy tierno. Ya tendré permiso para publicarle algunas otras cositas que tiene por ahí, realmente maravillosas.]