lunes, 25 de diciembre de 2006

Color... color...





Llegué hasta Emohoc (gracias a espacio basura) y quedé realmente encantada con los trabajos de este genio en el diseño gráfico, ilustración y fotografía.

En cualquiera de los tres campos me sorprendió muchísimo el gran manejo de color que hace. En casi todas sus piezas de diseño gráfico utiliza una paleta bastante alta y colores llamativos. El logro de fotografías memorables, a mi criterio, lo hace a través de ese gran uso del color que tiene, realmente sorprendente. Hay mucho para mirar y llenarse de buen gusto.

lunes, 18 de diciembre de 2006

Una tarde

Por poeta siembra
y dibuja melodías,
olorosa madera
y velada de nieve,
de nieve condensada
en las manos frías.
Carga rosas y febreros
y muerte color verde
y ganas de decir nada.
Por poeta canta
y le canta la aurora,
quién más para sangrarle
el vicio
de desperdiciar la tarde.
Por poeta canta,
canta, no sabe escribir.
Versos de agua caen,
caen en la siembra roja.

Ayer me robé tus dedos y los crucé para más suerte. Bailé al compás de un cielo que prometía lluvia, que me negaba el paso a las sombras de siempre. Luego, de tarde, vino en negro dolor de la ausencia, el temor a una profunda tristeza al quebrarse las nubes y ver salir el ingenuo sol para alumbrarte.
Tomé el camino de costumbre, anduve las mismas calles, los mismos edificios de siempre me saludaron, aún en tu ausencia. Caminé por esas veredas a las que temo, crucé mañanas, otoños, pasé cerca del lugar donde vi por vez primera tu manía de ser incomprensible. Al fin llegué a tocar el suelo cuando las saludé en la esquina. Ellas, las gloriosas atadoras de cables perdidos, las que hacen que mis pies toquen tierra y también tomen vuelo de vez en cuando.
Convicciones, más dudas y el horrible pánico de no saber qué hemos de encontrar. Un día, por favor un día, lluvia, deja que me moje un día en la cordura de sus manos apresuradas, de su compás soñoliento, de su animada velada. Un día, por favor, lluvia, un día deja que me incruste en la frente la certeza de que somos algo, de que no vacilamos todo el tiempo entre sueños ajenos, de que somos más palapables de lo que pensamos.
Al fin la calle es toda nuestra, todo un camino recto para ascender al pesado aire que rodea la sala. Colores, no recuerdo qué colores, pero los había. Ahí sí, crucé los dedos que había robado y cerré por un instante los ojos. Fue distinto, pero fue casi lo mismo.
Nada, palabras que hay que sacar, silencios, un incontrolable deseo de escapar del gusto amargo de una soledad ajena. Caminamos nuevamente en silencio, la tarde se pierde en un cielo dividido. ¿Lo recuerdas? Dos cielos.

sábado, 16 de diciembre de 2006

LAS CARTAS SECUESTRADAS (Juan Gonzalo Rose)

Tengo en el alma una baranda en sombras.
A ella diariamente me asomo, matutino,
a preguntar si no ha llegado carta;
y cuántas veces
la tristeza celebra con mi rostro
sus óperas de nada.

Una carta.

Que me escriba una carta quien me hizo
los ojos negros y la letra gótica,
que me escriba una carta aquella amiga
analfabeta de pasión cristiana;
duraznos de mi tierra: que me escriban,
vientos los de mi rambla: que me escriban,
y redacte una carta pequeñita
mi hermana abecedaria y pensativa.

Muertos los de mi infancia
que se fueron
dormidos entre el humo de las flores,
novias que se marcharon
bajo un farol diciendo eternidades,
amigos hasta el vino torturado:
¿no hay una carta para Juan Gonzalo?

Si no fuera poeta, expresidiario,
extranjero hasta el colmo de la gracia,
descubridor de calles en la noche,
coleccionista de apellidos pálidos:
quisiera ser cartero de los tristes
para que ellos bendigan mis zapatos.

El día que me muera ¿en una piedra?
el día que navegue ¿en una cama?
desgarren mi camisa y en el pecho
¡manos sobrevivientes que me amaron!
entierren una carta.

(De Cantos desde lejos)

Leí esto en hordespondencia y me conmivió muchísimo, además de parecerme de una riqueza increíble. Me hizo acordar a "Las Cartas que no Llegaron" de Mauricio Rosencoff.
Hace más de un año la vi en el teatro, una puesta en escena austera pero muy elocuente. Escenografía mínima que colaboraba a crear una relación efectiva con el espectador, quien debe hacer un esfuerzo por imaginarse las cosas que faltan. Sin ser con una intención interactiva, en cierta manera lo es, hace que uno esté atento a lo que nos tiene que decir porque lo tenemos que descifrar. Por otra parte, el tratamiento de las historias paralelas es también digno de destacar, a uno se le eriza la piel al pensar en esas cartas perdidas o nunca escritas, confesadas desde lo oscuro de una prisión.
La parte más emocionante para mí, con la que casi se me escapa una lágrima, es cuando se visita el museo con las cosas de la guerra. Sobre el escenario no hay nada más que actores, pero comienzan a enumerar las cosas que hay a su alrededor, tales como cientos de valijas con diversos nombres, matas de pelo, zapatitos de niño, montones de zapatitos de bebé y niños pequeños. Me sorprendió haberme conmovido tanto con esa parte siendo que uno no ve nada, tan solo la reacción de los personajes frente a ese espectáculo devastador.
Muy recomendable, si es que alguna vez vuelven a darla.
Ahora en mi agenda está "La Cantante Calva", teatro absurdo, cómo no. Algo he visto de esta obra, aunque de Ionesco preferiría ver "Pim Pam Pum" y también me gustaría ver "Esperando a Godot" de Beckett, si es que alguna vez por acá existe la más remota posibilidad de que la hagan.

jueves, 14 de diciembre de 2006

algo que termina y deseos cumplidos

Lucy observa las cabezas debajo de ella, cabezas de todos los tamaños, en todas las variedades posibles, cabezas para todos los gustos.
Lucy extiende sus brazos y se lanza hacia abajo sobrevolando las cabezas que ha contemplado durante todo el año casi desde el mismo ángulo. Se detiene frente a las negras paredes, da un giro, asciende nuevamente hacia el techo y vuelve a caer en picada sobre las incontables miradas sorprendidas de sus compañeros.
Al fin ha completado su alma con esos deseos que tiene desde hace tiempo. Tirarse, lanzarse escaleras abajo en un vuelo memorable, en un flotar imaginario entre miradas atónitas y gritos ahogados. Lucy vuela, sobrevuela, canta en silencio, baila su danza de alas desplegadas mientras va concluyendo el asombro, como siempre sucede.
Lucy ríe, sueña, piensa en las pantallas blancas, en la gente hablando, en los pares de manos que igualan los pares de ojos.
Lucy piensa en los días, en esos fríos días en que las cabezas comenzaron a ser menos.
Lucy siempre tuvo ganas de tirarse en picada desde lo alto y esperar, acaso en vano, que alguien la recogiera.
Ahora que todo acaba, que el tiempo se escurre de sus ojos sin que pueda hacer nada, ahora que siente la emoción de haber perdido todo pero haber ganado una infinidad de cosas, ahora que molesta a sus compañeros con su vuelo sorpresivo y que estalla el galpón en aplausos, ahora Lucy abre los ojos.
Ya no queda nadie. Solo un par recogiendo sus cosas pàra irse.
El portero la saluda con la sonrisa de siempre y Lucy marcha, solitaria, hacia el encuentro con el mar.
Tal vez allí también sobrevuele cabezas, pero no se enterarán.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

de aromas y galerías

Lucy solía pasear con su mamá por la avenida alguna tarde que otra por mes. Eran días en los que mágicamente el sol brillaba y todo se vestía de coloridas marquesinas que invitaban a las oscuras galerías.
El recuerdo de Lucy de aquella época es de entrar en esas enormes construcciones, inconmesurables ante sus pequeños ojos. Oscuras y frías, hasta cierto punto agradables, con los vidrios enseñando los más variados pruductos o las personas que paraban para tomar algo en las cafeterías. Secretamente deseaba convertirse algún día en una de esas señoras de oscuros anteojos y vestidos amplios que conversaban animadamente mientras saboreaban su café de media tarde.
Le apasionaba ver cómo su madre conocía los, para ella, secretos pasadizos que conducían a otro sector y a la cuadra siguiente, al otro lado de la calle. Las pequeñas rampas revestidas de goma, las barandas metálicas, los espejos en las columnas, los banquitos de madera, el ruido amortiguado de la avenida, el techo, que nunca llegó a mirar, pero que percibía alto y sombrío.
Sus paseos por las galerías se teñían de místicos recorridos, sin entender los propósitos, sin comprender la naturaleza de las sensaciones que hoy le causan una increíble nostalgia.
Lucy, al tiempo, sabía reconocer ciertos aromas, se guiaba por los cambios de color del monolítico, por los niveles del piso, por sus locales favoritos. Ignoró siempre a dónde iba, en qué calle se encontraba, para qué estaban allí.
Lucy sueña ahora con rememorar ciertos días de su infancia. Y pasa por el local de ropa con olor a frutilla, pensando siempre el aquella pelota con el mismo aroma. O huele jazmines camino a la escuela y piensa en aquel verano, siente el aroma a las uvas frescas y recuerda su antiguo patio...
Los recuerdos son aromas, piensa hoy, mientras transita las descoloridas calles de la ciudad y soporta el calor.
Sofocada, Lucy pasa frente al municipio, baja y sigue hacia el antiguo mercado que también visitaba en tiempos de las galerías. Piensa en lo perdido, en los locales vacíos, en la punzada que le da al ver el elocuente blanco a través del cristal y un "se alquila" como adiós.
Lucy pasa y visita esquinas y derruidos edificios y sueña que el sueño es la verdadera vida.
Lucy añora su pasado y lo repudia. Lucy quiere que llegue mañana. Lucy no quiere que el día acabe.
Lucy en realidad no se llama Lucy.
Lucy en realidad no tiene nombre.

lunes, 11 de diciembre de 2006

Montevideo

Montevideo es mi patio
y el naranjo, una fuente
sin agua. Es la primavera
rondando sus calles estrechas.
Montevideo es la plaza
de los Bomberos en noviembre
y la del Entrevero en agosto,
es el célebre obelisco y la cruz
y el escozor del invierno
en el túnel.
Montevideo es el gris de dieciocho
y sus colores impuestos;
es el verde del que se jacta
y que asesina en julio.
Montevideo es mi espera,
mis pasos taciturnos, mi ceguera.
Es mi insomnio y mi sueño
y mi odio y mi culpa y mis dudas.
Montevideo me es ajena y propia,
es una referencia en un libro,
el recuerdo de mis mayores
y el ulterior espanto de mi sangre;
es el caso perdido de las armas
y el grito de sus teatros;
es el cine aniquilado,
los rinconcitos coloridos de artesanos.
Montevideo es dolor y frío
y manos en los contenedores,
es el olor a sal en el sur,
es perderme en sus puertos
sin haber zarpado.

Cuando una queda O.O y tiene que compartirlo con alguien




Desde hace algunos días, no puedo dejar de visitar esta página a diario cada vez que me conecto a internet. Me enteré de ella vía Criterion y me fascinó, realmente quedé O.O .

Mi gusto por la fotografía ha aumentado en este último tiempo, a pesar de que no he tomado una cámara en mis manos con un propósito serio aún, pero el ver varios portfolios me ha hecho descubrir cosas interesantísimas.

Llegar hasta el de Eolo Perfido fue una revelación. ¡Yo quiero hacer eso! me dije entonces. Bueno, no sé si llegaré exactamente, pero sus fotografías me inspiraron y mirarlas diariamente me parece casi indispensable. El sitio cuenta con fotos de los 'backstages' muy interesantes y divertidas, además de descripciones del equipo, que hacen que te sientas un poco parte.


No doy más rodeos, vayan allí.

domingo, 10 de diciembre de 2006

Hacia la deblidad

Si esta noche
París se apaga y se lastima mi flor,
me sumiré en el más profundo sueño,
en el incansable recuerdo de esas calles,
viejo y eterno.
Y las piedras, los atardeceres,
serán sangre de libros desollados
si esta noche París duerme en mi regazo
de hojas secas y noviembres fastidiados.
Si esta noche
la luna escombrosa no alumbra
las pesadas sombras de sus plazas
y si no se aquieta mi fiebre inerte
y si se duerme la aurora
y si me atrapa la muerte.
Escupiré horizontes y renacuajos verdes
y suspiros y mentiras color ausencia
y pequeñas huellas en arenas sucias,
olvidaré los versos que planée para hoy
y colgaré mis ojos de tu ventana,
seré menos fuerte.

jueves, 7 de diciembre de 2006

Palomas

Va entregándose, acaso, al placer de una tarde de sol a solas con el viento. La plaza, gris a pesar de todo, se extiende ante sus piernas con miedo, con ganas de huir de su isla maldita de palomas y árboles hostiles. Se sienta en un banco y observa el panorama de todos los días.
Hoy es jueves, es casi verano, es caca de perro, es baldosas flojas, es nublado, es tiempo perdido, es una entrada para el concierto en el bolsillo.
Saca de su cartera el almuerzo y lo examina distraidamente, mientras echa miradas furtivas a todos lados. Odia que la observen comer. La soledad le indica que es una buena hora, porque nadie come ya, todos retornan a casa o a la rutina que aún no acaba, todos se ocupan de sus papeles y su dinero, todos encuentran o parecen encontrar lo que buscan.
Las palomas le echan una mirada de lástima y se acercan con prudencia para caer simpáticas, pues saben que de eso depende también su almuerzo.
Ella estira el cuello, la frente en alto, las manos maniáticamente limpias y las mira con desdén. Después de todo, no es tan mala hora para disfrutar del placer casi prohibido de ese almuerzo que ha retardado por semanas. Con una extraña culpa, hinca sus dientes en lo que sea que ella misma ha preparado, cierra los ojos por un instante y le parece verse desde fuera de sí misma, con la sensación de bienestar invadiéndola pero haciendola sentirse ilegalmente feliz.
La noche es fría hoy, la ciudad duerme. Solo el bostezo apagado del sol le ha dejado a las palomas un algo de aventura. Retozan cómodamente entre unos cabellos rubios que ya peinan severas canas. Casi ni se mueven, gordas y pesadas, duermen tranquilas con el estómago lleno.

Viaje

No debería más bien preguntarse... ¿con qué razón esas ansias de muerte? ¿en qué paraíso empozará sus sueños una vez sepultada su oscura identidad?
Navegue, como quiera, lo dejaré solo. Navegue las calles de esta ciudad. Se las sabe de memoria, así que vamos, no me contradiga y por una vez dé la impresión de que me escucha y decide hacerme caso. Navegue los centros burocráticos que sus pies nunca pisaron, recorra con sus punzantes ojos las maravillas de los escombros que me asaltan a cada momento. Usted, mi amigo, no sabe de qué se trata el verlos tras cada esquina, así que piénseselo bien. Recorra, si quiere, con sus alargados dedos las teclas de su alma, la olorosa ventaja de atrincherarse tras las cortinas y esperar... Recorra esa suerte, la de no tener que enfrentar a otro mundo más que el que se propone.
Ahora bien, dígame usted, no debería más bien preguntarse... ¿a qué vine yo con todo esto?, ¿por qué le sigo pareciendo extraña e inalcanzable?, ¿por qué aún siente que no lo entiendo a pesar de mis esfuerzos y mis frases tan cuidadosamente copiadas de su recetario? ¿Es que acaso usted no lo entiende?
Mi querido señor, he venido a rescatarlo de las puertas del infierno, a mostrarle que otro camino es posible. Pero, ¿me quiere decir, qué piesa usted de mis versos y las incoherencias de las que me jacto y todas aquellas pequeñas cosas que sé que recuerda con su prodigiosa y selectiva memoria? ¿Qué hará con esas cosas? ¿las sepultará una vez apurada la última gota del veneno? ¿las entregará como donaciones antes de jalar el gatillo? ¿las apilará y prenderá fuego antes de saltar por el balcón?
Mi estimadísimo pasajero, no se apresure. Convide a otros con su desgracia, invítelos al banquete de esta absurda existencia, pero no se olvide de su queridísima amiga, de su guía hacia un mundo mejor... no se olvide, porque quién sabe, tal vez en mis ojos no encuentre tanta paz después de todo y necesite de aliados para hacerme frente.
¿Ya lo ha pensado? ¿ha reflexionado sobre todo esto? Explíqueme sus dudas, entonces. No, no me cambie de tema, no me ponga excusas. Ahora que he venido no pienso volver atrás por más que me lo implore. Ahora que me ha dejado entrar sólo yo tengo la capacidad de salvarle. Ande, no se asuste, camine un rato más por esas calles olvidadas, por esos mundos que apenas conoce en las direcciones de siempre. Ande, escúrrase un poco más el líquido que le tapa la boca, anímese, sacúdase el polvo de la vergüenza, míreme a los ojos.
Le invito a una última danza antes de salir por esa puerta y perdernos para siempre en un mundo del que, quizás, ni usted ni yo regresemos. Vamos, que yo invito. Pero recuerde, solo haga como que se divierte.