domingo, 29 de abril de 2012

Autorreflexiva y otros autos




Cada vez me cuesta más escribir. Al final no era como andar en bicicleta. Eso que dicen, que nunca se olvida.
Siento que tengo que aprender demasiadas cosas nuevamente para volver a escribir, para autosatisfacerme no sólo por el  mero hecho de realizarlo, sino por los resultados.
Entre las varias lecturas que tengo a medias, para momentos donde el insomnio se vuelve monstruoso, está una escueta biografía de Dalí que me rescató Tintin de una mudanza y trajo en su último viaje a esta orilla. No es un buen texto pero al margen de ello, me he quedado colgada de la historia que el pintor compartía con su antepasado Van Gogh: ambos tenían un hermano muerto al que no conocieron y que llevaba su mismo nombre.
A diferencia del francés postimpresionista, Salvador intenta socavar esta condición haciendo esfuerzos por matar de una vez a ese hermano que parece querer reencarnarse en él una y otra vez, para llenar la desolación de sus padres.
Encuentra en la "paranoia-crítica" una salida, una sublimación (para usar un término psicoanalítico, ya que él mismo está empapado de teoría psicoanalítica) que termina llevándolo a la fama, quizás más por su actitud tendiente al escándalo que por su obra misma.
Y es esta postura egocéntrica lo que me ha llamado la atención. Dalí no torna su condición de artista en la de un mártir y no adopta una pose de artista desinteresado. Otra prueba más de que las circunstancias no nos determinan. Mientras Vincent padece, Salvador disfruta. Mientras Vincent enferma y vive en la miseria, Salvado hace dinero y se siente satisfecho consigo mismo.
Y todo esto me ha generado la idea siguiente: debo abrazarme a mí misma más seguido. Hacerme mimos, poner mi ego por delante.
O no. Pero es una idea tentadora para probar. No ser mártir, trabajar, creérmela un poquito.
Quizás desaprender también ayude a construir caminos nuevos.
Mientras tanto, trataré de regocijarme en las pequeñas alegrías de noches compartidas con amigos. En los perfumes del verano que regresan para sorprenderme, en todos esos acentos que me hacen sentir cosmopolita sin salir de mi ciudad. Disfrutar que podemos jugar al "caño mata" con una tapita de plástico, a las tres de la mañana en medio de una calle de la Ciudad Vieja.
Y reírme de mi misma al darme cuenta que convivir más de un día con Nerea hace que utilice términos y conjugaciones verbales de nuestra Madre Tierra.

Ostia!


----ah, y gracias a una amiga de Cata estoy leyendo esta maravilla----

lunes, 9 de abril de 2012

Noches de esas

La luna nos persigue mirando fijamente dentro del taxi. No ha parado de mirarnos desde que salió, grande y hermosa, asomándose entre los edificios del Parque Rodó.
No lo sabemos en ese momento, pero nos esperan días contradictorios, de reír y llorar a la vez, de cercanía y distancia en palabras, personas y momentos asítodojunto casi sin tiempo para respirar.
Yo creo que algo se puede intuir, mientras la luna claustrofóbica se despereza en un cielo negro casi sin estrellas y nos sigue hasta que cruzamos el umbral.
Y yo te pido que me digas cuál te gusta más, hablándote de las casas sobre la calle Canelones y vos me señalás a mí. Y ahí capaz me acuerdo de la luna de la noche anterior, testigo del amor en el asiento de atrás del taxi, y no digo nada. Ese poder selénico me embriaga y sólo atino a sonreír, descolocada por el comentario, mientras busco un foco blanco por entre los edificios.
Premoniciones cumplidas aparte, el domingo espera a que llore, para irse dejando la carga de una semana a estrenar.