lunes, 23 de mayo de 2011

Sin ton ni son.

No arrepentirse de haber sido. Predecir los pensamientos. Y ser inmortal.
Un bosque rubio de asfalto sintético.
Como de tu cuello, de tu tiempo, de tu nada-todo-cuerpo sin que mires.
Sin ton ni son. Algo nos dice que es tiempo de mudar de pieles.
Yo mudo mi casa-caparazón de tortuga.
Yo mudo mis señas de papel machè, mis ganas de sufrir por una vida justa, mis tumbas de neón, los gajos de una piedra abierta en dos.
Abro. Desangro la noche con pasos en zig-zag. Me prendo a ese tutor viviente que me deja crecer cual plantita feliz.
Tiemblo. Un camino de despedida hacia casa, al norte, a la esfera transparente de la ciudad.
Con ton, son.
Somos.
"Y hoy por suerte no es ayer"

 
"no me importa la máscara que pintes en tu cara..."

domingo, 15 de mayo de 2011

Viaje al interior...


...que puede sonar muy metafísico y no tanto como un desplazamiento geográfico, aunque la ambigüedad es buena.
El cansancio pesa en las demasiadas horas de un viaje con destino a un litoral que me esperaba.
De pronto las fisuras resisten y de a poco se hacen grietas imperceptibles para poder andar las calles con pies extranjeros sin ningún problema.
Respirar un aire equivocado de rumbo, un aire que no le corresponde a mis pulmones y aún así se encauza perfectamente con una música de libertad que encanta. Las alas de hada tintinean y es tiempo de maquillajes, vestidos y desvestidos que imitan la frialdad de mis orillas.
Algo de desarraigo, desapego, de comida familiar que reúne, algo de inmortalidad que siempre tiene historias que contar.
Me sumerjo en esa otra vida de una sola jornada a merced de un día nublado y cuántas vigas de colores para transitar haciendo equilibrio sobre las calles de tanto interior desconocido.
Un viaje, como esos para los que todo el tiempo estoy dispuesta, un murmullo de voces en la cabeza gritándome que la permanencia es difícil de asir y sin embargo tan necesaria.
Sobran las oportunidades de vuelta, como si el tiempo y la geografía me escupiera todo el tiempo hacia los puntos de origen, aún cuando hilos invisibles me sostienen en el trayecto. De nuevo descubrir que de eso se trata el viaje, de aprehender el trayecto, de investigarme adentro y no salir hasta que el caminar continuo me engarce de por vida las experiencias.
La fisuras vuelven conmigo, como todo mi cuerpo que es mío, como toda mi historia que es mía, como todo mi sueño enjaulado inmensamente mío.
A veces me siento esa flanêur crónica hecha de piel y huesos.
Aveces sólo un viajecito para desligarme de la rutina.


domingo, 8 de mayo de 2011

Say no more

(o el tipo que canta X)

"Lleven pulóver", dijo. Y tenía razón. El frío era casi tangible y la terminal un buen refugio para esperar la compañía para el evento.
Empezamos a desmigajar el frío caminando hacia el lugar, nos reencontramos todos, accedemos, nos sentamos en el pasto.
El lugar de mil soledades de cigarrillo hace la magia, el antes y lo que será el después es lo único que se puede percibir, lo que quedará en el medio es incertidumbre y nada más, casi un miedito raro que me hace cosquillas.
Y no importa el mito, la reverencia, los comentarios fáciles, la anécdota de una silla, una bandera, un micrófono que suena demasiado bajo.
Allí arriba se alza el tipo que canta y encanta con esa magia pasada de moda pero que todos intentamos arrastrar hasta el hoy para que su esencia quede flotando como un perfume poderoso. Se disfruta, se baila, se ríe, se interactúa felizmente con el resto. Babilonia me abraza y su calor fraternal me da hambre de otros cuerpos que quisiera abrazar en ese momento. Acaso vuela alguna parte de una canción y la atrapamos con las bocas al mismo tiempo. Sonreímos.
No hay bis y respiro un aire de encantamiento perdido. El tipo que canta nos da las buenas noches con una voz en off y se despide definitivamente. Hubo onda. Hubo música de verdad revolviéndome las tripas. Agoté la garganta y por unos segundos sobrevolé el campo yendo en avión.
Abrazos colectivos, retirada lenta y con sonrisas hacia la noche más larga del mundo.

martes, 3 de mayo de 2011

Vuelta a la manzana

foto por


Las reglas son demasiado simples. Aún así parece un truco. Desmigajándose con los pasos, la noche abierta aún resiste, se mantiene entera.
Parece un truco, pie y otro pie, uno delante del otro, las piernas sonríen felices de moverse al fin del lugar.
Las reglas bien claras, la invitación a cualquiera que acompañe la quietud de estos bostezos de extremidades.
Una caminata breve, las calles que seguramente sabemos de memoria y si no, ya es tiempo de hacerlo, la amalgama azul del cielo aún no se despega del suelo y las estrellas se esconden tras las luces de las cuadras a las que destinamos los pasos.
La vuelta manzana, la ronda nocturna de un alma entumecida, la invitación, la palabra, el impulso de romper un sedentarismo asfixiante.
Y en cada vuelta manzana se marca un itinerario ambicioso de huidas, una estela de ya nunca empieza a aparecer detrás de nuestros cuerpos. Caminar, pasar otra vez por esos lugares con otro instante pegado a la ropa de invierno.
Cada caminata es una puerta hacia el destino inconmensurable de la noche.
Las reglas son simples, una vuelta manzana, para que las piernas aprendan sobre cuadrados y esquinas, sin bajar el cordón. Como un circuito cerrado, alcanzamos la llegada al tropezar con la partida. Entonces, quizás, acaso, una sonrisa hacia la luna, una palmadita para despertar a lo que nos aconteció antes, un saber que estuvimos ahí todo el tiempo, pero también caminando en círculos.