miércoles, 23 de mayo de 2012

Último día

La tarde se iba cayendo boca a boca.
Él decía que no dejaba de sentirle gusto a sangre a todo. Me cuenta cosas. Nos miramos en silencio mientras me ilumina el cielo nublado en el balcón.
Me compra un helado.
La tarde no quiere que camine hacia abajo, hacia el calor del subterráneo, hacia la boca de concreto que me escupirá y me volverá a tragar y vuelta a escupir hasta que finalmente abandone la ciudad.
Y esa tarde tiene un sabor indescifrable, quizás, imaginariamente, sea gusto a sangre también lo que yo siento. Sangre en la boca por una batalla perdida más contra el tiempo.

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