martes, 25 de agosto de 2009

El tipo que canta VII

"no veo gran cosa afuera
mejor me quiero quedar
imitando a un caracol
protegiéndome del sol"

Les (me) debía este tipo que canta... hace como una semana que devoró con su voz azulsuavedenoche el pequeño bar. Andábamos respirándonos sin ver, buscando alcancías, chanchitas para romper y pelear por un rato la humedad con síntomas de fiebre. Andábamos extrañamente conectados, arrugando las narices ante los mismos olores, desafiándonos casi sin ganas y con un poco de piel, asustándonos tras las sombras que dibujan los ómnibus al amenazar con besos la vereda.
Nos encontramos rozando con las suelas el bar prometido, fuimos infieles por un rato a la espesura de esa tardecasinoche que se untaba de gotitas de lluvia. El borrón viscoso de las ventanillas me auguraba un viaje, una llegada tarde perdonada gracias a un currículum ajeno, una cerveza en el altillo de otro bar, la penumbra de las ganas y la celebración con risas y caras desconocidas de un encuentro atípico y tan, pero tan cómodo.
Al fin bajamos de la nube de madera y Soda Stereo, caminamos resbalándonos en el barro en construcción de esta Montevideo en obras, nos acercamos a la fríofilia estúpida del bar del encuentro.
Llegan más almas con ganas de música, besos que ignoro, un lugar lleno de cabezas que no me dejan ver, música conocida que me hace enterrar la mía hacia abajo para que no vean la transformación de mi cara. De nuevo, su voz de papagayito frágil, sus mimos de canción que enrarecen ese aire caliente y multicolor del recinto, las ganas de ver, de que mis ojos sean una vez más testigo y la impotencia, el desgarrarme con las frases que ya puedo tararear a pesar de ser escuchadas una vez cada tanto en instancias similares. Atino a cantar, a tararear, a sonreir ante mis frases favoritas.
Y luego el chorro de agua fría, la desilusión, los seis pies tranquilos que abandonan la noche, que dejan las contrariedades atrás, el medio que siempre me estuvo destinado, ser la arveja debajo de tantos colchones que le molesta a ella, a la verdadera princesa. Y ser igualmente querida, apretujada en frases de cariño perohastaahí. La desilusión, la vuelta, el tipo que canta allá lejos, sin importarle nada, en su nube de cartón y papel picado, con groupies y pudientes seguidores. La desilusión, nosotros, ellos, yo. Ellos.
La arveja vuelve a casa a dormir. A celebrar la poca paz a la orilla de las frazadas.

"y me dijiste: todos somos niños
cuando el sol se está por ir
y me hiciste sonreir."

ETQC II = ETQC III = ETQC V = ETQC VII

miércoles, 19 de agosto de 2009

Crecí, giles

Ya no tengo diecisiete casidieciocho. No deberían sorprenderte los poemas con gusto a mis veintiuno.
Vacilás ante mis talones mientras doy la vuelta para que me veas completa.
Ya no tengo diecisiete ni escribo cartas. Tengo, sí, las mismas escasas curvas, las mismas pequeñas manos, los mismos bostezos, la misma frente torpe y blanda.
Hubo un quiebre en alguna parte, los pasaportes se vencieron y las lluvias pasaron de aterrorizarme a enternecerme, a hacerme dedicarles un lugar, palabras, amigos nuevos.
Me hice y recompuse, entretuve los olores de unas cuantas primaveras y la sal de más veranos arrugaron mis perfiles.
Algo se fue rompiendo, algo ya había empezado a romperse suavemente hace tanto...
De esos diecisiete que hay bajo los escombros, queda la ternura de lo aprendido, los nombres de tus ídolos, el brillo en ciertos ojos cuando leías en mis letras a esta ciudad. Quedan mis crónicas al viento, acaso... la memoria infantil de El Loco, mis prolongadas siestas en los bancos que ahora saben besar más hermanas y nenitos con flequillos nuevos.
Esto es una sopa de jabón. Un menjunje espeso que revolvemos para encontrarnos dispares en palabras extrañas, para saborearnos distantes y distintos. Queda un cariño aprendido, ensayado, difícil de demudar pero no tan gritón como antaño, una admiración insoslayable pero casi sospechosa, anémica de fuegos, cada vez más solitaria.
Tus versos clásicos han quedado lejos de mis sinestesias principiantes, de la parra, del perro, de las memorias de los peces, de las moscas, de las aliteraciones que evocan un hombre de cicatriz. Lejos.
Atrás las palabras barrocas. Atrás la pequeña novela en que me querías protagonista. Atrás, allá lejos, aunque ahora la evoquemos sin decirnos nada, la historia que quiso encender la luz.

viernes, 7 de agosto de 2009

El tipo que canta VI


De a poco voy desarrollando características del cariño para con los tipos que cantan. Traerlos hasta acá, como llevar a un hombre a la intimidad, se asemeja a un juego de sábanas en el que pretendo esa bilateralidad que no existe.
Pero como de unilateralidades estoy cansada, me pienso la realidad a mi manera: con cada tipo que canta, repetido o no en estas crónicas, se entabla una relación que es aquí y es ahora, a sus espaldas pero tan de frente como quiera, con el nombre impronunciado pero al alcance de la mano, en fechas, guiños, o incluso en respuestas si quieren saber. Pero siempre el misterio. Acá los tipos que cantan tienen eso de misterio y eso de inalcanzable que probablemente ahí afuera no tengan. No es una inocente bulla, una retribución de groupie, sino una forma de divertirnos, en esa bilateralidad imaginada, en ese juego de sábanas que no existe, porque así soy, porque así hay algo ulterior que me hace ser con quienes sin tocarme con las manos me saben abrazar. Así, con eufemismos y con dudas, y con estas palabras de noche (siempre de noche) que si quieren son suyas, las regalo, las ofrezco, las cambio por baratijas.

Otra noche llena de corridas, de apuratequestarde, de correr y reir y llegar cantando a la alegría que promete la noche. Todo es conocido. El olor a muchos se nos mezcla entre el pelo y las ganas, entre el sudor de fiesta y las costumbres de saltos. El dolor, el miedo a los golpes son mantenidos a raya por el espíritu festivo, por la alegría del reencuentro, por las voces que salen de una garganta que ya no parece ser mía.
Cada lado de los lentes hacen las veces de pantallas para ver más música, más gritos, más saltos, más adrenalina donde todo tiene ese gusto picante y sanador del jolgorio. Lado A y Lado B se cruzan miradas cómplices, frases que no necesitan ser puestas en palabras, las gracias de tener de amigos a los hermanos y de hermanos a los amigos.

Afuera el abrazo polar de la calle nos devora con aires libidinosos. Un bar, la fiesta que se continúa en retratos hablados, en breves saciedades con el tono amarillo grasiento de esos lugares de mostrador y mozos con anacrónicas moñas.

Después solo queda saber qué nos depara la noche, de la mano de Babilonia, hasta el fin de la avenida con Babilonia, hasta el fin de la noche con Babilonia sin encontrar jamás a Sèvres.

nota: el tipo que canta VI = el tipo que canta IV

domingo, 2 de agosto de 2009

Nombres


Dicen que aparecieron costados
donde una vez tuve nombres.
Las algas hamacaron toda
la sal de mis arrugas niñas.
En este instante de interés
en este pequeño punto
donde convergen mi Dios
y tu diafragma
y tus venas de metal ardiendo,
escarbo con los dientes,
con las uñas grises
y desentierro nombres
donde una vez tuve alas.

Mayo 2009