martes, 30 de noviembre de 2010

Humo

Caminante sobre el mar de niebla, de Friedrich. EL cuadro romántico por excelencia. 


La cama huele a humo. Las horas se hunden en la almohada pestilente. Tiene tentáculos. Huele a algo tan efímero pero tan impregnado. Algo dejó su rastro y la cama huele a humo. Quizás a cenizas.

Y la tarde suena así:


jueves, 25 de noviembre de 2010

Nueva

quiero hacer que antes
se llueva enteramente en cuál comienzo
y en algunos otros finales
acaso este ser es pájaro, es nada
como un ala desprendida de algún cuerpo
tener sólo el verbo entre las plumas
saber que volar se parece a eso
metonimia anclada en el silencio de las cosas.
hacer que antes
sea destino
aparecerme pero nueva
y con remiendos
sin cicatrices
amanecer de gusto, de ganas, de perdidas
incontrolables o enceguecidas ganas
pero nueva.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Aguas

Alguien siente el agua repicando contra el casco del barco.
Alguien siente el agua contra la escollera esperando que caiga la noche.
Sienten el agua rompiéndose en la orilla de una playa superpoblada mientras enero es bienvenido con sonrisas.
Sienten más agua chocando contra el casco de un barco.
Alguien siente el agua burbujeando ante el primer hervor para el té que curará su malestar.
Alguien siente el agua correr finitamente mientras duerme boca arriba en la oscuridad.
Sienten el agua de la ducha rebotando contra sus cuerpos nuevos, engarzados entre sí, en la duda y un rastro de luz.
Alguien siente el agua en una dársena durante un paseo nocturno.
Presienten el agua agitándose levemente detrás de los mostradores.
Alguien siente el agua regresar y contaminarle el sueño.

martes, 16 de noviembre de 2010

Quietud

"Se tiene el corazón que se trae por defecto"
Jorge Drexler - Aquiles por su talón es Aquiles

A veces ahí hay un gran ventanal, ahí enfrente, sin cristal contra el que estrellarse, con la facilidad y la inmensidad que le aguarda a cualquier pájaro en una rama. Pero no, no es cuestión de andar saltando todos los días, dejar esos desperdicios en la vereda, imaginarse el horror del trayecto.
Las ganas se guardan para una próxima vez. Como las ganas de acariciar aquello que dormía junto a nosotros tiempo atrás. Como las ganas de comprar el libro lleno de láminas con reproducciones de pintura. Como las ganas de James Taylor en el trayecto del puerto a la casa, esa noche de tormenta por rutas de primera vez y ya nunca, en esa Roadmovie que planeamos y nunca tuvimos. Como las ganas de saber más nombres, de tener menos miedos, de ganar más batallas de esas que se acurrucan en el calendario.
Si el primer día del año determinara el destino del mismo, debería llenar cada renglón del almanaque de alegrías, emociones y sonrisas. Pero al cabo,  también hay inmensos mares o accidentes geográficos que no salen en las noticias, para vengarse de su suerte maltratándonos la espera.
A veces ahí, en lugar del ventanal, un espejo en el que nos miramos y simplemente nos vemos convertidos en una Penélope atemporal.
Tejemos, esperamos, pero a Ulises en verdad se lo llevaron consigo las sirenas.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Día de campo




Hace un año esta canción era una cosa totalmente diferente. Hablaba inevitablemente de los viajes no hechos y daba pie para escribir sobre ellos, sobre alguno en particular, con compañías precisas, con metas claras.
Hace ya demasiado tiempo de esto y parte de esos viajes, uno en particular, no se realizó nunca. Los viajes pendientes siempre son una especie de picazón ineludible.

Hoy la misma canción se cuela en un día de sol increíble, la paz de un parque muy muy lejano, la compañía de tíos, primos, hermanos con los que no nos unen lazos de sangre sino de compartir la vida desde hace muchísimos años.
Los árboles y los mosquitos, los juegos que desatamos con gritos después de comer, las guerrillas de agua, las charlas interminables, la siesta, las caminatas en solitario, los libros que intercambiamos, la música en los auriculares, los pies descalzos sobre el pasto, los mates, la comida, los silencios, la infinidad de insectos que nos rodean, las risas y los chistes, las hamacas, los juegos de niños poblados por adultos, el tobogán rojo, la media hora de soledad bajo los pinos, la ruta de ida y la de vuelta, la luna nueva enrojecida asomando por el horizonte, las estrellas en el cielo y en el pasto esas estrellas móviles, al costado de la carretera; la música fuerte, las despedidas transitorias al final de la jornada.
El pasto y el sol. Y ser libre. Y no pensar en el lunes, no pensar en que hay otra vida aparte de una vida en la tranquilidad de uno mismo.
El sueño, el cansancio por tanto descansar.
La incapacidad de imaginar pesadillas.
El sol, el pasto y el sol, el agua fresca...
Y yo... me voy...