sábado, 29 de octubre de 2011

Combustible

No es amor. Es el recuerdo de un amor viejo y usado el que lo hace llorar frente a las páginas anchas del libro casi autobiográfico.
Ahora sí tiene amor, tiene su vida prolijamente organizada, con algún sobresalto o preocupación, pero unos brazos delicados y pacientes que lo esperan cada tarde al volver, un corazón al que dar todo ese amor estancado en años de no correspondencia.
Ese amor viejo, que ya no siente pero que recuerda como épocas de ambigua felicidad, de su corazón destrozado y a la vez hermosamente teñido de su presencia, ese amor que había olvidado y que no cambia su vida actual en lo más mínimo es el que regresa en cascadas de lágrimas al leer esas palabras.
Frases completas que se sabe de memoria, pensamientos discutidos en noches de cigarrillos y bebidas calientes, hechos pasados y citas y autores e historias y actos de amor destinados a otros.
Todo está en esas páginas.
El recuerdo de cómo amó lo atormenta impunemente. Tiene ganas de gritarlo, de llorarse la noche por completo, tragarla entera, destrozar el libro que ahora cuelga de su mano izquierda.
Sin embargo lo coloca piadosamente en el estante más especial, atesora una vez más ese amor antiguo que tantas veces les sirvió de combustible.
Se mete en la cama y abraza con todo el amor que es posible dar a ese cuerpo tibio que lo recibe sonriente.

domingo, 16 de octubre de 2011

Nóminas porfiadas

Manos, dedos, pies, pieles que se enredan como partes de una colección sin título, Zahires temibles.
Luego, la culpa engendrará hijos a los que no hemos de asignar nombre. Porque la esperanza de vida, porque hasta los dos años, porque el cariño sin sentido.
El nombre, sutil diferencia entre ganado y mascota, entre zoológico y casa.
Así vamos cargándonos de nóminas inservibles, sintiendo en cada pie que rozamos por accidente, en cada línea dibujada en la piel por una mano ajena, el peso de los nombres arañándonos con fuerza.
Así van esas colecciones llenas de pasados, llenas de hormonas desordenadas y de escrúpulos sofocados, ocupando poco a poco nuestra peculiar percepción del universo.
Por qué, perchè, pourquoi, dice alguien. Y cual índice telefónico acomodamos todo en su sitio, bajo etiquetas.