viernes, 29 de agosto de 2008

¿Qué nos pasa, muchachas?

¿Por qué será que está lleno de blogs de hombres que atraen a las minas como moscas, y escasos blogs de mujeres con seguidores hombres?

¿qué nos pasa, muchachas?

A mi me da igual que me comenten hombres o mujeres, porque nunca tuve intención de atraer gente a mis comentarios, pero este fenómeno que veo por ahí me inquieta.

¿qué nos pasa, muchachas?

¿Somos fáciles de persuadir, de enloquecer con unas pocas palabras?

Quisiera creer que nuestras entradas superan las capacidades de alguna gente y que por eso no se aparecen en los comentarios.

Pensar que aún hoy hay minas que se derriten ante los versos de Gustavo Adolfo y, si no me equivoco, el pobre era un desdichado, insatisfecho al que ninguna le dio bola.

¿qué nos pasa, muchachas?

Pasa también que a veces nos subimos a la calecita sin medir de antemano las consecuencias y después nos sentimos culpables al vernos formar parte de toda esa masa de muejres como moscas atraídas a un plato con azúcar.

¿qué nos pasa, muchachas?

viernes, 22 de agosto de 2008

Si tuviera que odiar a mi tía... sería por mirar 'El Show del Mediodía'

Tras el cantito típico del "qué será será / la vida te lo dirá", prosigue el circo del juego.
- ¿Quiere lo que hay en la puerta número 1, número 2, número 3 o número 4?
Piensa cuidadosamente frente a un Cacho de la Cruz que hace caras a la cámara o bromea con algún chiste viejo y maloliente.
Decide, aún dudando y dice: la número 1.
- ¡Pero bueeeno! veamos qué te perdiste por no elegir la puerta númerooo... ¡cuatro!
Se pierde al morocho demasiado paternal con la alemana de dieciséis que vive al lado.
Le imagina las posturitas, los abrazos con segundas y esas incipientes entradas que pronto serán prematura calvicie.
Sonríe pero intenta no parecer contenta, se dispone a pensar nuevamente.
- Y ahora.... ¿se queda con la puerta número 1... o prefiere cambiarla por lo que hay en la puerta número 3?
El 3 siempre fue su número favorito, pero no cede.
- ¿Y por la puerta número 2?
Le da lástima Cacho, su necesidad de hacer el ridículo y el triste hecho de mantenerse en ese programa en el que lo han visto pasar cientos de generaciones. El inmortal y odianiños Cacho de la Cruz.
Esta vez cede.
- Ok - dice sin ganas. - Me quedo con la 2.
- Veamos qué se perdió tras la puerta núuumero uuuuunooooooo... ¡Opalalá!
Se pierde al pendejo que le manda mensajes de texto que la hacen caer de la silla, ese que le pone temitas cursis para que escuche y después le sopla el cuello como solo él sabe.
Sonríe molesta, incómoda. Pone cara de resignación. De todas formas no le sirve.
Queda una sola chance y ya tiene que volver a elegir. Esta vez se deja convencer de una y apuesta firme a la puerta número 3, diciéndose a sí misma que confiará en sus instintos.
Tras un nuevo cantito del "qué será será" de parte del público y más tonterías propias del show... se abre, rodeado de todo el misterio hipócrita posible, la nueva puerta, la 2, dejando ver lo que se pierde.
Se pierde al rubiecito más lindo y más complicado del planeta, la persona que uno ama odiar pero odia amar, aunque le es imposible. Ahora ríe, sintiéndose presa de una ironía de la vida o de ese juego estúpido.
- ¿Sabés qué, Cacho? Ni abras la 3, me quedo con el chancho.


[post muy uruguayo. 'el show del mediodía' es un programa que dieron por siglos y duraba eternamente todos los domingos. un programa 'para toda la familia', con un conductor desagradable y caduco. el juego de las puertas es lo más típico del show. los premios generalmente oscilaban entre electrodomésticos de regulares a buenos y un chancho. el misterio se alimentaba con un ruido de chancho de fondo.
perdón la falta de inspiración, esta idea prometía un mejor post pero se quedó por el camino.
por ahora me salvan los tréboles de cuatro hojas regalados con un: 'cuando menos lo esperes, tu corazón va a sanar']

domingo, 10 de agosto de 2008

Señales

Quién me manda a mí a darme cuenta de que, en menos de una semana, todas las cosas hablen de 'el Loco'. Será que hay algo en el aire que me trae esos días de regreso... Ni idea.
Ayer me leí 'El perseguidor' de Córtazar. No me gusta putear en el blog... pero bien se merecería esta entrada una puteada comparable a lo que sentí mientras devoraba las hojas chiquitas del libro.
Con mucho menos talento (apenas toca el piano decorosamente) y otras pequeñas diferencias, el Loco es otro del que conocemos, conocimos... tal como en la descripción que a veces se hace de Johnny Carter en el libro.
Lo peor es que las alucinaciones eran sin droga, sin absolutamente ninguna droga... y en vez de ponerse verborrágico vivía en silencio, ese silencio que no podía ser otra cosa que sus más interesantes discursos pero que nunca pude descifrar. Igual entablábamos muchas conversaciones en silencio, intercalados por frases sueltas, invitaciones absurdas y su empecinada memoria para los detalles que tanto me conmovía.
Leí ese libro y fue en lo único que pensé de principio a fin.

"(...)Me ha empezado a inquietar la cara de Johnny, su excitación. Cada vez resulta más difícil hacerlo hablar de jazz, de sus recuerdos, de sus planes, traerlo a la realidad. (A la realidad: apenas lo escribo me da asco. Johnny tiene razón, la realidad no puede ser esto (...) Pero al mismo tiempo a Johnny no se le puede seguir así la corriente porque vamos a acabar todos locos.)
(...) Otra vez me doy cuenta de lo difícil que resulta saber qué es lo que está haciendo Johnny. (...) Uno está mucho más fuera de Johnny que de cualquier otro amigo."

"(...)En cambio la diferencia de Johnny es secreta, irritante por lo misteriosa, porque no tiene ninguna explicación."

No podría haberlo descrito mejor. Nunca.
Ahora que he encontrado alguien más que puede poner en palabras esa realación extraña con 'un loco', ese personaje que, único a su modo, tiene su par por algún sitio, puedo quedarme más tranquila.
Y prefiero entonces pensar en las cosas buenas, en la tardecita aquella en el patio, tirados al sol entre nuestras cosas en que les leí el primer poema de mi nueva etapa, aunque ahora me parezca una cosa adolescente, insignificante y descartable. El Loco lo celebró abriendo sus ojos y murmurando palabras ininteligibles, quizás citando alguna cosa para enmudecer luego ante mis preguntas.
Recuerdo sus maravillosos escritos sin sentido, los estúpidos intentando encontrar mensajes subliminales y su cara de ternero degollado esperando paciente la hora de marchar, acaso mirándome cómplicemente sabiendo que aunque no entendía, comprendía.
Me quedo también en la tarde de martes en que con un entusiasmo nuevo me acercó "The dark side of the moon" diciéndome que me habían hecho una canción a mí, con mi nombre elegido. Y luego la sorpresa de encontrar allí mismo la canción hecha para él ("Brain damage", sin exagerar).
Y cómo todo se celebraba/agradecía/concluía con mi manía de la merienda a las 4.
Y su último halago, casi lo último que le oí decirme.
Y la casa con recovecos y el extraño jarrón del baño.
Y la madrugada roja con intravenosas de Tiersen en su piano, lo ojos desde la penumbra que me dicen: esta es para vos, mientras deja a Tiersen y se desangra con "Hello" y yo canto gritando hacia adentro... "don't try to fix me I'm not broken / hello, I'm the lie / living for you so you can hide".
Y pienso, cada vez, que algunas anécdotas las decoro o las invento (ya ni sé, me preocupa) porque todo se me empieza a hacer borroso, como si él mismo quisiera ser olvidado o la memoria me jugara una mala pasada y quisiera acercarme más a su condición, haciéndome creer que recuerdo a alguien que nunca existió.
Quizás las señales digan que es hora de cerrar este capítulo.
No prometo nada, por las dudas.

viernes, 1 de agosto de 2008

Desajustes

Estoy hecha un desastre, desajustada. Paso 28 horas sin dormir, me acuesto a las cuatro de la tarde, duermo hasta las diez, me levanto, como, me vuelvo a acostar a las cinco de la mañana y me levanto a las cinco de la tarde... de ahí en más es como un... elija usted mismo a qué hora acostarse, que puede ser una hora totalmente disparatada. Y las horas regulares, normales para irse a la cama, suenan también como disparatadas. Estoy de vacaciones.
Y salgo, disfruto el "no hacer nada" casi con culpa, exigiéndome a mí misma sucesos dignos de grandes relatos, pero nada. No puedo comparar al gordito que me vende el carnet para los boletos con "el tipo que canta", ni la concurrencia de la mediahoradecola frente al local, como los asistentes a una función cautivadora. Las vacaciones me banalizan.
Resulta que dejo de buscarle la quinta pata al gato, suspendo las lecturas (aún más, porque antes leía entrecortadamente debido a las obligaciones) y casi únicamente dedico mis días a dormir. Y esto, en mí, se debe tomar al pie de la letra: duermo mucho.
A la noche me desvelo, pienso en todas las cosas que podría haber hecho, pero resulta que parezco ser la única persona libre en todo mi círculo social. No tengo quién me acompañe a las huidas que planeo.
Pero qué diablos. ¡Estoy de vacaciones! Y eso me da un poquito de paz entre todo el desánimo y la náusea fatal del deterioro. Miro para atrás y descubro que no he parado ni por un segundo desde marzo. Agosto me recibe con un guiño, con una sonrisa casi perversa, como susurrándome... te tengo solo para mí por dos semanas, y acaso le sonrío y asiento, porque no tengo nadie más que me lo diga.
No me voy a ningún lado. Son de esas vacaciones para quedarse en casa mirando el fuego difícil de la estufa, sentada en el sillón en penumbras, acaso leyendo algún libro que aún no he adquirido. Me merezco las vacaciones, de eso estoy segura. Aunque los resultados no digan lo mismo, trabajé muchísimo este semestre... definitivamente me las merezco.
Y a las noches... James Taylor, el señor que me bautizó con su segunda canción del disco Greatest Hits de 1976. El disco pasa tres veces sus doce canciones antes de que el insomnio sucumba...

Acepto recomendaciones literarias... y les dejo algo que he hecho y me ha costado la vida (bueno, muchas muchas horas) pero que me ha gustado bastante: este video
(esperar que abra la ventanita y cargue bien)