viernes, 25 de noviembre de 2011

Transilencios

«El silencio es como espuma fría en la playa, M.
Y decido empezar así la carta porque tengo la garganta llena de esa espuma, peor que si me tocara los pies desnudos en una orilla sin nombre.
Y es raro que el agua que dejamos correr bajo el puente se haya estancado, huela mal de a ratos y ahora se haya purificado tan milagrosamente. Quizás, después de todo, hasta celebre el silencio.
El agua que nos encuentra de nuevo en el andamio de tu insomnio y mis matinales obligaciones, el café de por medio, ese amargo gusto que quizás ambos creamos que saboreamos en simultáneo y compartiendo el paladar.
Por qué las noches, M. Por qué las noches como resaca de este océano me traen cual pergaminos en botellas esas palabras trasnochadas.
Debe ser que quiere invocar ese nombre nunca pronunciado y ese rostro y esas manos desconocidas en las mañanas más frías del invierno en este hemisferio, para que una oficina no se vuelva tan tediosa, para que aún tus desgarros y palabras dolorosas sean mi desayuno perfecto.
El silencio es esa niebla espesa que me envuelve al salir de casa camino al trabajo. Cuando menos lo esperaba, tu voz imaginada rompió su hilo sutil pero firme y de nuevo fuiste esa inicial que me trae las mayores alegrías.
La espuma deja un rato la orilla, me calzo, empiezo una caminata de regreso.
Que descanses, zigzag de trazos.»

Miranda no tiene sueño y escribe cartas

martes, 15 de noviembre de 2011

Abrir

"La primavera abre los párpados
en un Gibraltar de partituras"
Roberto Bolaño

Yo abro los párpados en la ciudad despierta que parece no tener párpados.
Yo abro los poros al sudor efímero de los subterráneos apretados y de los trenes largos.
Abro el décimo recinto de mi pecho ante la tibieza rosada de cualquier viaje.
Para encontrarme contigo, conmigo, con los aromas que me devuelven al lado del bien.
Para siempre ha valido la pena ese abrazo, el abrazo azul-viloeta en el jardín botánico, el abrazo color mandarina en la puerta de un edificio, el humo sobrevolando el ajuar de nuestra amistad, las cosas regadas accidentalmente sobre el cubrecamas. Les saco una foto, es nuestra. Somos nosotras.
Me espera la tarde de amor más larga y última, pero este aperitivo de amistad, este triángulo exquisito de palabras compartidas, los poemas de Bolaño que leo en voz alta en la plaza, toda esta soledad pisoteada por las dos almas que me dan la certeza de que las distancias son imposibles.
Pero y todo esto. Qué hace una niña de seudónimo perpetuo con todo esto que le inunda la vida.
Yo abro las ganas de no irme nunca de abajo del paraguas que me abrigó siempre.

"- Hola, soy Psichopoet, ¿de casualidad ustedes son Brindo por nosotros y Connotaciones?"
Ellas son hermosas, y yo feliz.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Noches que la vida me debía

Polipoesía. Y el encanto de la tarde que se cubre de hormigas.
Baja el sol, baja la temperatura, las palomas también bajan a comer de una mano, baja el fruto de un árbol azul.
Y cómo la primavera pasa, cómo camina, renga de letras en mi boca, esta primavera lluviosa y con olor a poco.
Polipoesía. Un corazón enorme salpicado de miedos. Aparece la tarde, montaña de traspiés y sombras, aparece detrás de una cortina de humo para darnos vida hasta el fin del mundo. Mañana. 11-11-11. Y reventarnos la boca de palabras para no escupir sangre o desmayos.
Polipoesía de fin del mundo. El eco de cuatro pares de pasos desde la mañana a la noche, la nueva noche, la dulzura verde entre los dientes, inspirando y exhalando a un mismo ritmo.
Qué ganas de ser primavera, qué ganas. Para abrazar el sótano en que se sentó una mujer hermosa a leerse el alma en el espejo del cuaderno, descruzar las piernas, iluminar la noche enceguecida y tibia.
Qué ganas de ser primavera para estirar la brisa nocturna y tocar el cuerpo de los que se aman, volviendo a casa.