jueves, 22 de febrero de 2007

palabras latentes

Detrás del nombre hay lo que no se nombra.

J.L.B.




El silencio guarda en lo más íntimo las frases más elocuentes, las sentencias aceptadas. El silencio tras cada nombre grita constantemente. La identidad que otorga un nombre pasa también por los silencios que implica, por las palabras latentes. (Acaso alas más justas).
Producto de un TdlP
Imagen tomada de SXC

domingo, 4 de febrero de 2007

Evento

Descolgó el teléfono y supo inmediatamente que lo postergado comenzaría poco a poco a resolverse. Era de la florería. Tras una breve conversación con su interlocutor, la tía Sara encargó sus flores favoritas y especificó bien el día y la hora, repitió dos veces la dirección del lugar y finalizó con un innecesario "no se olviden, por favor".
La tarde amenazaba con una tormenta, pero la tía sara prefería eso al sofocante calor que las últimas semanas había afectado su baja presión y la había hecho sumirse en un casi continuo sopor, debilitándola más de lo que estaba e impidiéndole realizar todos los planes que hubiera querido.
Ahora refrescaba, todo volvía a recomponerse y ya se sentía mejor, con más fuerzas para proseguir con los llamados y acuerdos. Hacía un par de días atrás, pese al calor y a su estado físico, había puesto patas para arriba la mitad de su casa en busca de papeles y cuadernos con todas las direcciones o números telefónicos que necesitaba. Había hablado con el muchachito de la otra cuadra, el que finalmente llevaría a cabo la reunión, pero claro, sin darle muchos detalles más que una hora y una fecha concreta.
En sus respectivos hogares, cada quien luchando de la manera que podían contra el calor, los pocos parientes cercanos y todos aquellos que apenas recordaban su rostro o tenían una foto suya sobre la cómoda, se preguntaban sobre las extrañas invitaciones de la anciana.
La tía Sara, con la mayor de sus calmas, sonrió durante largas semanas a cada dependiente, a cada vendedor, a cada eslabón de la cadena que tejía para que su evento saliera a la perfección. No faltaría la comida, de eso se había encargado casi al principio, cuando muchas otras cosas no eran sino vagas ideas en su mente; tampoco algo de música. Las flores, un punto especial y clave para su reunión, se habían concretado esa misma tarde.
El resto del día, como desde hacía unas tres o catro semanas, la pasaría sola, como casi siempre. Margarita no vendría a limpiar. Le telefoneó por la mañana y le pidió que no fuera, que se sentía bastante bien y había cosas que quería acomodar, que quería revolver cosas guardadas desde hacía mucho y prefería estar sola. Insistió en que no se preocupara, en que todo iría bien, ante la voz de desconfianza de su ocasional empleada.
La tía Sara no quería molestar, quería que todos prosiguieran con sus habituales vidas, pero que recordaran la fecha y la hora que había mandado imprimir en las tarjetitas color azul que se había encargado de personalizar y enviar a cada uno de sus parientes.
Todo estaba mucho más organizado ahora, podía tomarse unos minutos para el té de la tarde, podía también, si al levantarse no se mareaba, ir hasta la esquina y jugar a la quiniela. Quizá tuviera suerte, después de todo.
La tía Sara no consultó el reloj. Casi nunca lo hacía. Caminó despacio, con sus cansinos pasos de mujer ya entrada en años. Casi todos en su familia conocían cuentos sobre esta lejana tía casi reclutada en su hogar, un poco lejos de la ciudad. Sus años de juventud poblaban las bocas de los que habían sido sus más cercanos amigos, o parientes, de entrañables anécdotas, por eso siempre se sucedía un entornar los ojos y recordar un rostro sonriente y difuso al nombrar a la tía Sara.
Tía Sara cambió de opinión. No faltaba tanto para su especial evento, así que descansar un poco tal vez fuera lo mejor. No tendría interrupciones y podría comenzarlo por la mañana, cuando se le diera la gana, aún tenía unas cuantas horas por delante. Melanie no llamaría hasta bien entrado enero y para entonces, ya todo habría terminado. Pensar en la única sobrina que se acordaba fielmente de ella y la visitaba cada mes, la hizo sonreír y emocionarse.
La tía Sara se percató entonces de que estaba cansada, aunque no esperaba esa sensación sino para dentro de un tiempo.
Al fin reposaría en paz cuando todos pudieran finalmente recordar su rostro en el programado encuentro. ¡Cómo no iba a estar cansada! Planear un perfecto funeral no era nada fácil.

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Aún necesita correcciones, pero resucitan personajes de "La Pared". Para los que lo leyeron: "Apenas se acordaba de la tía Sara en los cartelitos de los martes pegados en la heladera. " y anda Mel por ahí mencionada también... ^^ (ninguna tuvo mucha suerte en mis manos, como ven...)

jueves, 1 de febrero de 2007

cuatro lecturas obligatorias

1.Una persona muy especial me hizo llegar este poema el otro día. Me conmovió muchísimo, me llegó hondo y me gustó, por sobre todas las cosas, porque admiro esa mágica construcción de imágenes...

VENID A VER EL CUARTO DEL POETA

Venid a ver el cuarto del poeta.
Desde la calle
hasta mi corazón
hay cincuenta peldaños de pobreza.
Subidlos.
A la izquierda.

Si encontráis a mi madre en el camino,
cosiendo su ternura a mi tristeza,
preguntadle
por el amado cuarto del poeta.

Si encontráis a Evelina
contemplando morir la primavera,
preguntadle
por mi alma
y también por el cuarto del poeta.

Y si encontráis llorando a la alegría
océanos y océanos de arena,
preguntadle
por todos
preguntadle
y llegaréis al cuarto del poeta:
Una silla, una lámpara,
un tintero de sangre, otro de ausencia,
las arañas tejiendo sordos ruidos
empolvados de lágrimas ajenas
y un papel donde el tiempo
reclina tenazmente la cabeza.
Venid a ver el cuarto del poeta.
Salid a ver el cuarto del poeta.
Desde mi corazón
hasta los otros
hay cincuenta peldaños de paciencia.
¡Voladlos, compañeros!

(si no me halláis
entonces
preguntadme
dónde estoy encendiendo las hogueras)

César Calvo


2. Por otro lado, este post de Orsai me gustó mucho. Lo comparto también porque es de interesante lectura.



Las paranoias del nuevo rico

En la vidriera de Dolce & Gabanna hay carteras pequeñas, de
piel, a 800 euros. A unos metros, en la vereda, un marroquí vende unas idénticas
por 15. Como las carteritas de dentro y las de fuera tienen el mismo color, el
mismo diseño y el mismo logo, por la tarde llega la policía. En un mundo sensato
meterían preso al vendedor que no tiene escrúpulos. En este mundo, en cambio, se
llevan esposado al marroquí, por molestar a los nuevos ricos con una realidad
escandalosa: el verdadero precio de las carteras.




Leer todo

3. Encontré también este pequeño texto del ídolo Leo Maslíah, que, por ser tan particularmente absurdo y no contar con nada de desperdicio, no puedo dejar de pensar en él sin una sonrisa en los labios:

La oscuridad no es algo que me preocupe. En todo caso, me podría preocupar la luz, porque la oscuridad es solamente ausencia de luz. Aunque la ausencia no es algo que me preocupe, tampoco... Y la preocupación, menos. Me es indiferente. Aunque la indiferencia; si, es algo que me preocupa muchísimo, porque la considero una actitud vergonzosa, siendo que la verguenza no me preocupa. Antes sí me preocupaba. Pero, igualmente, a mi me da lo mismo el antes y el después de mi vida no es un desarrollo tendiente a nada... por eso la nada no me quita el sueño... A veces me quedo toda la noche despierto pensando en eso... Y no llego a ninguna conclusión. Es que las conclusiones me exasperan. Yo prefiero los puntos de partida. No por la partida, sino por los puntos. Yo siempre trato de acumular puntos. Y no por los puntos en sí, es por la acumulación. La acumulación entendida como una cosa sola, no como un cúmulo de otras, porque si yo pudiera a los cúmulos los disgregaría, para mí las cosas tienen que ir separadas, no juntas. Porque juntas traen otras cosas y eso trae complicaciones. Aunque yo a las complicaciones no les tengo miedo. Lo que me asusta es lo simple. Lo simple no se sabe cómo se forma. Ahí está el misterio. Aunque mentiría si dijera que los misterios me importan. Siendo que mentir, en realidad, tampoco me preocupa, porque cuando miento, puedo decir cualquier cosa. Aunque sea verdad, no importa, porque la digo de mentira. En cambio cuando hablo con la verdad, ahi si tengo que andar con más cuidado. En esos casos, por las dudas, digo lo menos posible. Y después, me desdigo, así cubro dos posibilidades. No es que me quiera cubrir, yo hago todo al descubierto. Y si puedo a la intemperie, mejor. Y si no hay luna, todavía mejor, porque a mi la oscuridad no me preocupa. En todo caso me podría preocupar la luz. Porque la oscuridad, a fin de cuentas, es solamente la ausencia de luz. Aunque la ausencia... que raro, tengo la sensación de cuando te parece que a algo ya lo viviste, que ya pasó...

4. Por último, como no podía ser de otra manera, Borges. Uno de mis poemas favoritos.


EL INGENUO


Cada aurora (nos dicen) maquina maravillas
capaces de torcer la más terca fortuna;
hay pisadas humanas que han medido la luna
y el insomnio devasta los años y las millas.

En el azul acechan públicas pesadillas
que entenebran el día. No hay en el orbe una
cosa que no sea otra, o contraria, o ninguna.
A mí sólo me inquietan las sorpresas sencillas.

Me asombra que una llave pueda abrir una puerta,
me asombra que mi mano sea una cosa cierta,
me asombra que del griego la eleática saeta

instantánea no alcance la inalcanzable meta,
me asombra que la espada cruel pueda ser hermosa,
y que la rosa tenga el olor de la rosa.