domingo, 31 de mayo de 2009

Una vuelta de tuerca más...

(o El tipo que canta IV)

"tener de amigos a mis hermanos

tener de hermanos a mis amigos"


Todo tiende al desencanto, a los malhumores obesos que acompañan los cumpleaños en este corazón que poco sabe de días especiales y tardes solitarias. Todo tiende al desencanto, a las cebras borradas que amenazan con que un auto nos pase por encima, a las noches de regalos tímidos y sorpresas muy a medias. Todo tendía a la amargura de algo que debería ser especialísimo y nunca lo es.
Pero para algunas cosas existe el día después, el mañana que llega tarde y desinhibido, ardiendo en felicescumpleaños atrasados y verdades que se respiran entre cafés de antojos y consultas académicas a toda prisa.
Y hay un nuevo tipo que canta esperando en el antiguo cine, en esa sala antes visitada en la tranqulidad de Zulma y la Canción para dormir a un snake venenoso.
Hay niños y niñas con flequillos perezosos, anacronismos estúpidos, un público demasiado no-a-lugar y señales de locura por todas partes.
La noche de este tipo que canta es descontrol y adrenalina, es reconocerme tibia y fresca al mismo tiempo, yo con los ojos enmarcados, con el miedo a los golpes, yo con la timidez bajita y enrulada.
Es tiempo de puntas de pies, de olvidarse de las pantorrillas y los codos ajenos, de las culpas, de la garganta; tiempo de olvidarse del miedo. Es tiempo de un tipo que canta agradecido y nuevo en este lado del río, gesticulando sus chamuyos de rock con piel y a quemarropa, oxidando este otoño que no sabe de guiños en calles frías de algún barrio parecido a Ciudad Vieja.
Canta, el tipo canta y reconozco esa voz que parece que no llega pero se las ingenia para entrar en los pechos y volar cabezas, el tipo canta y pone caritas sin timidez y baila, y la gente sube a dejar sus saludos y su voz, y la gente se mueve y salta cantando con alegría.
El tipo canta y todo es una fiesta. No faltan los globos, la espuma, el papel picado... la vida es una fiesta en este encuentro de sudor, locura y realidad. Y yo, la chica bajita de lentes, la que espera el disparo de largada para todo, olvido mis miedos y me olvido por un rato de que todo tiende al desencanto... quizás solo sea cuestión de practicar: efímero para mí lo que para otro un sueño...


nota: nuevo tipo que canta, ahora ya los agrupé bajo una etiqueta, así que el resto anda por ahí.

lunes, 25 de mayo de 2009

Yumager

Hoy vi a "Yumager". Conozco la historia desde hace tiempo, un tanto inverosímil, un tanto cómica, un tanto triste.
Hoy justamente pensaba en demasiadas cosas relacionadas con ver al otro, con recuperar cierta sensibilidad que creo he perdido o al menos se ha atenuado en mí y que no quiero perder.
"Yumager" estaba en la parada de Gral. Flores y Propios (sí, aunque esa calle en verdad se llame José Battle y Ordóñez), hablaba al vacío y luego con alguien que se cruzó en su camino.
Con su remera de todos los días y su pelo lleno de canas frágiles, "Yumager" ha adquirido su apodo (y lo escribo mal a propósito) por estar siempre, siempre, con un volante de algún auto quién sabe de qué año y pretendiendo manejar un auto, corriendo o caminando, según el caso, haciendo los ruidos pertinentes y conversando acerca de las cualidades de su vehículo imaginario.
"Yumager" es gracioso y melancólico. Es un tipo inofensivo, ya conocido en el barrio, hasta querido, pero en cierta forma distante...
Su "locura" interpela a conocidos y desconocidos, siempre genera algo en el otro, nunca la pasividad, nunca la asimilación como algo normal y corriente. Aún aquellos acostumbrados a verlo cada día en distintos lugares de la zona, con una nueva sonrisa, siempre con sus ruidos de vehículo y su soliloquio, no pueden evitar sentir ¿compasión? ¿lástima? ¿diversión? frente a la figura constante de "Yumager".
Y es lo que tiene, su constancia, su presencia casi impasible frente a las condiciones climáticas o a los humores tan cambiantes de los cuerdos.
Y a mí la tristeza que me produjo "Yumager" vino de más adentro, de otra cosa... vino de esa sonrisa con que celebra lo que para nosotros puede ser hasta un juego infantil, viene de esa felicidad de convencerse de su tarea, de creerse lo que hace, de estar en coherencia con su mundo y ser tan otro para los de afuera.
Él, en su condición de minoría, no nos juzga, no nos ve como anormales, comparte su formidable máquina y sus triunfos deportivos con una sonrisa.
No dudo que si le pidiéramos una vuelta, nos pasee por todo el Cerrito de la Victoria o quizás nos haga un tour por Montevideo, con la mejor voluntad y siempre, siempre, con una sonrisa al volante.

viernes, 15 de mayo de 2009

episodios inconexos(?)

En una noche de bar conocimos un checo. Humildemente nos pidió para sentarse a nuestro lado en esa mesa pública que ponen en la vereda, al mejor estilo "tablón y caballetes" de un pic-nic familiar. Llevaba una cerveza en la mano y ni reparé en que estaba solo, en que su acento era extranjero ni en su exótica fisonomía, ensarzada en una conversación como creo estaba. Segundos después fuimos presentados todos y se sucedieron horas de una charla animada, curiosa, llena de risas, promesas y buena onda. Terminamos acompañándolo al hostel y fijando encuentro para ir dos días más tarde a la Feria de Tristán Narvaja.
Los episodios del fin de semana me hicieron caer en la cuenta de cuán ignorante soy, de cuánto me falta aprender, saber, conocer, descubrir. Y más allá de la frustración que genera esta certeza, también me hace sentir un poco viva, un poco con ganas de ir más allá de todo lo que me rodea, de tomar el primer tren a cualquier lado, de tener claro que aún falta mucho por hacer y la vida podría depararme cosas geniales.
Y ahora no paro de sonreír ante muchas cosas que me dejó la visita, el intercambio cultural y los chistes internos que se generaron en tan poco.

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Van a paso lento, zarandeados por las ruedas imperfectas en contacto con la calle aún más imperfecta. Van al sol, en un equilibrio inverosímil, arreados por el caballo desnutrido y frágil, primaveral en sus raídos adornos, resignado, mascota y herramienta de trabajo, con nombre y anónimo, inútil, necesario. Y va ella al margen de las riendas, al margen de su marido que dirige al animal, que ayudó a sostener las bolsas a los costados, la carga de todo el carro. Va ella en su universo de cumbia villera, en sus melódicas cumbias ensalzando palabras obscenas. Va ella, la mirada perdida, ajena al tráfico, ajena al mundo, escuchando al barrio en su brand new mp3.

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Mi destino es ser La Mejor Amiga. Y hacerme amiga también de todas las ellas que otros puedan tener. Hacerlo de buena fe, con todo mi cariño y espontaneidad. Sin segundas, sin interés maligno y, por encima de todo, sin salirme de mi etiqueta de la-amiga-que-nunca-será-algo-más


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Anduvo dando vueltas por la casa, incompleta, oscura, entregada al vaivén inocuo de sus dos piernas. Dando vueltas hasta que al fin dejó caer su cuerpo como un pesado objeto y me miró sin gracia. Había encendido el televisor y nada de lo que alrededor ocurriera iba a interrumpirle sus minutos de desconexión voluntaria. Incluso dije que me iba, incluso amenacé con las valijas, metí a prepo todo lo que cabía, delante de sus ojos. Le mostré las cosas más preciadas y cómo las empacaba para obligarle a prestar atención a mi supuesta partida. Cuando no hubo más que demostrar, nada más que hacer, anda más que guardar... seguía con la luz azul del televisor incendiando sus pestañas. Y yo, con todo en las valijas, no tuve más remedio que irme.


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Levanto un libro de Jacques Prevert, usado, hermoso, en español. A los segundos alguien acerca su cara a la mía y comienza a recitármelo en francés.

sábado, 9 de mayo de 2009

Hay un cuerpo tirado en la calle

(o El tipo que canta III)

La noche es un sótano rojo y verde, luces, un puñado de olor a encierro, cables, el aire limpio de cafetería de arriba, la cerveza algo apurada entre libros y risas. La noche, los escalones que me sumergen, ahora ya sabiéndolo de antemano, en un capítulo más de estos tipos que cantan y retrato desde la sencillez de unas palabras anónimas.
Espero la noche con una nueva pollera, invernal esta vez, la plaza y sus nuevos habitantes, el día con remiendos de poesía en dosis de sobriedad que no esperaba.
La noche es temprano, es el recinto vacío que nos recibe con cierta frialdad y esas imágenes que miramos desde la crítica, desde el compendio de las más recientes anécdotas y ese aire de que todo va a estar bien (narana narana naaa).
Y aún tras el cansancio, la pereza o lo que fuera que flotara entre los ladrillos y la gente cual postales de otros reinos, hay lugares libres, hay la hospitalidad de esas canciones tan llenas de simpleza cómplice, tan llenas de la vida de todos los que esperamos ver salir de esa voz de papagayito frágil, las cosas que no nos atreveríamos jamás a calificar de bobas porque son lo que quisimos decir alguna vez y el tipo que canta nos ganó de mano al ponerles música.
Entonces te dejabas caer a ver si alguien iba a sostenerte, a ver si por esas cuestiones de la noche una voz llena de cosas que no entendés te susurraba: 'estoy adivinando lo que pensás'. Y sí, pensás en cada domingo de esos que aparecen tan repetidos en las canciones, en los que se nos permite estar feliz a pesar del día gris, en los que quisiéramos que alguien esté cerca, en el fin de semana.
La noche es noche pero de nuevo se anima, casi como si fueran las tres de la tarde, como cuando tenés una pesadilla y luego despertás feliz, con el absurdo trocado por constelaciones de magma que florecen en los centros, en todos los centros; en la ambigüedad de los nombres, de querer saltar desde un avión y las ganas de cantar tantas canciones, casi una para cada día del mes.
Hay un cuerpo tirado en la calle. Hay un alma rodando en la madrugada. Hay un par de bostezos que nos expulsan de la fascinación de la música hasta la vereda hostil donde el ruido y la gente y los desconocidos nos dan el veneno de la realidad.
Hay un cuerpo tirado en la calle, una foto mental. Y hay preguntas. Y hay tanto miedo, tanta paranoia.
Dando discursos que basé en un libro que leí y asintiendo que es estúpido pensar que alguien tiene dueño, no entiendo cómo las personas se dejan de saludar.
Hay extranjeros que vuelven absurda la palabra xenofobia y se toman una cerveza con los cuerpos, con la calle, con el final de la noche.




nota: El tipo que canta II = El tipo que canta III ≠ El tipo que canta I

miércoles, 6 de mayo de 2009

Cita

quedaron de encontrarse en el quinto peldaño de la escalera. el detalle excéntrico ya no importa. ha llegado tarde a la cita.