viernes, 31 de octubre de 2008

Infecciones [ haberes II ]

Hay un vacío infectado en la extirpación de la euforia.
Un anagrama sin uñas con qué despellejarse,
sin dientes para sacarse las espinas,
totalmente indefenso y caduco y blando, deforme, solitario.


Hay un vacío infectado con mis ojos, con mis lagañas de alcohol,
con las palabras que se escapan por mis poros, que se transforman en agua
veneno, salobre oscuro y caprichoso.
Hay un vacío con canciones podridas, canciones que evitarán
de ahora en más
los oídos,
recuerdos manchados con sangre dormida,
vacíos llenos, llenos de todo lo que fue mío
y perdí.


Hay una luz infectada por mis huesos,
inservible, maculada, espesa.
Detrás de la luz, una garganta,
supurando euforias en invierno,
transpirando las pelusas de los plátanos, las palabras enganchadas en un hilo.


Vacíos secuestrando insomnios
señalando, con los dedos infectos, la sangre que todavía
pasadas las horas como muchas cosas juntas
como hermanas desnudas en cola para el baño,
sigue omitiendo apariciones
serenatas voraces.
Vacíos que te llenan los pulmones,
que escriben con el frío
en los cajones.

lunes, 27 de octubre de 2008

Acumulados

cositas acumuladas en las semanas pasadas.

_________


El amor de la azafata es diferente al placer del marinero, me dice.

En la ducha, él pensará en cuándo podrá bajar nuevamente del barco.
Ella llorará procurando olvidar al amor de turno y preparará su corazón para el siguiente.

_________


Buenos Aires me sonaba a rock, casi como Montevideo podría sonarme a Jaime o La Vela.
Pero ahora escucho una zamba y pienso en vos, en tu amistad de colores y en Buenos Aires...

_________

"olisquearte
olisquearnos
dulcemente, tanteando
con la nariz
los abismos del aroma."

_________


Ya no puedo darme el lujo de necesitar que agiten mis rulos. Si la dulzura ocre de una mirada no viene a buscarme, es que tengo planes, en realidad es que tengo mucha suerte.

_________


Hace noche, las puertas de las casas se cierran igual sin mí, se acaban los tickets para pernoctar, las ganas de regresar también. Una queda en el medio. A medio camino de la salida y la llegada. Pienso en veinte mil canciones, alguien me contagia esa manía de vivir cada situación con música. Y pienso, elijo, descuido el recetario de una vez por todas, descuido las opciones, las listas que debo corroborar. No es demasiado, aprendí que nunca es demasiado.
Las selvas frías me amparan los tobillos. Esos que te dejé en un poema, que te expliqué antes de que siguieras adelante con los trucos que todos, ingenuamente, siguen al pie de la letra.
No se dan cuenta de que nos damos cuenta. Y parecer inocentes es sólo parte de nuestros ases bajo las mangas, que jamás llegan a descifrar.

_________


Me gustan las casualidades. La gente se empeña en cambiar el orden a las letras (caUSalidad) para dejar moralejas. Me gusta ese misterio de que nos junte el destino. Y que pueda leer esas palabras y por mero azar escucharlas de una voz finita al mismo tiempo, con el universo de mi parte. Y que pueda sentir gotas de lluvia imaginarias bautizando mis pecas.
Me gustan las casualidades. No quiero que me expliques, no quiero saber por qué pasan esas coincidencias. Me basta con que sucedan y yo pueda asombrarme como una niña que descubre que el cuchillo tiene serrucho.

_________


Esta semana te perdiste mis uñas nuevas. Como nunca. Mis uñas oscuras. Besando la claridad azul de mis falanges.

_________


"(...)Y estar cansados sin haber hecho nada
como solo se puede estar en Montevideo
en tu piecita de veinte por veinte
de parquet levantado
y manchas de humedad que juegan
a darnos formas
e inventarnos caras."

(fragmento rescatado de un poema con meses de olvido)

lunes, 20 de octubre de 2008

Memoria de pez [ haberes I ]

Hay demasiada necesidad
de registrar los volúmenes, los líquidos, los orificios
de empeñar los olores, las espinas que la calle hunde
sin piedad
en la piel usada.
Hay demasiada espuma de secretos
demasiada necesidad
de registrar vacíos
primaveras que no llegan
o acaso manos esculpidas en arena.
Hay demasiado valor para perderse
entre las piernas de la tarde
demasiada vanidad en los cajones
esperando que otros se devoren sus virutas.
Hay demasiada historia no contada
que no importa en las fiestas, que no importa
en la playa que las lenguas zigzaguean llenas de espuma
de sal de olas.
Y hay como una luz voyeur que nos despierta
que nos arranca los imanes
que censura.
Hay la paradoja del firme recuerdo
de un hombre con memoria de pez.

lunes, 13 de octubre de 2008

je danse

No solo no he tenido segundos para arrepentirme, he tenido mucho más, tengo ahora miles, infinitas palabras que me sonríen, prontas para ser transformadas en poemas.
Nada del viaje puede pagarse. Nada de este viaje puede decirse con palabras.
Entre esa ambigüedad que se me clava en el costado está la maravilla de unos ojos acostumbrados a calles iguales, angostas, amarronadas.
El infierno baja en formas arabescas, el cielo como una libélula, el purgatorio se apiada de mí y me da más de una oportunidad para desbordar el Leteo a costas de Silvio, Ismael, Sabina o zambas desconocidas.
Je, Astride, danse; aprovechando los últimos minutos y un escenario improvisado, con espectadores ocasionales, con risas, abrazos, qué bien que lo hayan pasado rico.
Tanta música y tantas sonrisas y tantas alitas de libélula que llenan el corazón. Por allá me acuerdo de un par de frasecitas de "Quién sabe" que calzan perfecto, sonrío, me acuerdo luego de 'C' emocionada porque pudiera vivir una canción.
Gracias por ser cobarde y por ser valiente, querida ciudad. Una noche te quise por no animarte, otra noche te quise por animarte demasiado. Estás tan borracha y hermosa.
Y en una de esas, Buenos Aires, me mirás con una locura que asusta y me decís (cobardemente): boluda, sos tan cuidable.
Y Solís tiene una reja con las manchas de mi espalda.

sábado, 4 de octubre de 2008

Ni un segundo de qué arrepentirme

Es lindo hacer el bolso para partir y regresar.
Hay una emoción y un par de certezas impagables, pero más que nada está la incógnita de la aventura, esa que nosotros mismos elegimos vivir, esa que procuramos y armamos con cada paso y a cada segundo, más allá de los planes y los itinerarios.
Armar el bolso es, de alguna forma, agradecer, poner intenciones, cargar pilas, planificar un poco, soñar. Es ese cosquilleo en la panza, el miedito por los posibles olvidos, el vértigo de las futuras citas y los parques ajenos que nos revolverán el pelo con su viento. Es consultar frenéticamente los pronósticos, cruzar los dedos por suerte y al fin, al dar la última vuelta al cierre, abandonarse a la paz o resignación del destino.
Me voy. Cuento los días, miro impaciente los relojes (empeñados en girar hacia la derecha) y sufro como nunca las horas que parecen atarme.
Armar el bolso es poner peso a algo que luego no pesará.
Me encantaría que este pequeñísimo viaje me llevara a ver más rostros amigos, a cumplir más sueños, a llevar parte de lo que soy más allá de las fronteras de un papel en mis cajones. Pero es imposible. Y no puedo quejarme.
Quiero no tener ni un segundo de qué arrepentirme, ni un minuto desperdiciado en vano. Mientras escribo me acuerdo de un cuento que hablaba de la gente de un pueblo que anotaba los buenos momentos de la vida y en sus lápidas ponían solo los años, días, horas y minutos que realmente habían vivido, tomando el vivir como un disfrute a pleno del tiempo que les había tocado.
Espero que estos cuatro días se sumen, con todas sus horas, minutos y segundos, a mi lista.
Llevaré poemas, versos y canciones de regalo. Capaz me da la loca y los suelto por alguna plaza.