jueves, 24 de julio de 2008

El tipo que canta

"Hoy tocan Jazz en aquel bar
donde no pude soportar
la quemadura que en mi boca hizo una verdad"

- La primera vez que lo vi sonreír, me pareció que tenía la sonrisa de un tipo difícil, sabés a lo que me refiero, de esos tipos complicados con los que después tenés más dolores de cabeza que navidades. Pero bueno, aún así la sonrisa era divina, cautivadora, ya sabés cuánto me atrajeron siempre los complicados.
La otra la mira sobre el borde del vaso, lo apoya sobre la mesa y se acomoda en la silla sin decir palabra, esperando el resto del relato que prometía ser, como siempre en esos casos, una descripción minuciosa y enérgica.
- Y esa voz... cantaba, canta, tan bien, lástima no pude quedarme después para decirle algo... aunque no hubiera sabido qué decirle. Esa manía de imitar los vientos con la voz... ah, me enloquecía, y los movimientos compulsos cuando sigue el ritmo de la música. No miraba nunca un lugar fijo, ni siquiera a alguna persona de las que allí estaban; cada tanto algún comentario a algún conocido, un guiño de ojo a la banda, pero nada más, pura concentración de ojos cerrados. Unos ojos casi sin pestañas, que abiertos eran dos puntitos negros brillando bajo la luz tenue del sótano. Cerrados, las pestañas cortitas dibujaban una línea casi recta al final de los párpados, que en varias canciones se mantenían cerrados por largo rato.
- Pero no me digas que todo esto lo sacaste de verlo el otro día en el toque...
- ¡Claro! ¿cuándo más? No te voy a decir que me enamoré pero...
- Pero sí, conociéndote...
Sin ánimos de retrucar tal afirmación, toma un sorbo de su bebida y continúa lo que parece ser un interminable relato de todas sus observaciones.
- Y esa barba de algunos días... en principio parecía nomás una suciedad en la cara, pero a contraluz... ¡ay! a contraluz era más un detalle sexy, cautivador, que invitaba a una caricia a pesar de las alergias y las cosquillas.
Su amiga pone los ojos en blanco y sonríe, resignada al hecho de que su interlocutora seguirá con las descripciones febriles.
- Qué más decirte, que esa pequeña porción de noche en este sótano fue solo eso, yo mirando al tipo que canta, imaginándolo en cualquier otro lado menos rodeado de paredes de piedra y minitas cool.
- Pero ¿era de esa onda...?
- No. Incluso creo que está casado, al menos luce sin vergüenza un anillo, por lo que pude ver...
- Como si el resto fuera poco...
Callan. El sótano esa noche espera música tranqui y ellas están nomás de paso para tomar algo.
- Yo no sé por qué me seguís dando pelota y esuchando estas cosas.
- Porque soy tu amiga, capaz.
- Sí, pero no lo hacés como una obligación, es como si lo disfrutaras a pesar de que siempre es lo mismo.
La otra la mira con algo de vergüenza, como si hubiera sido descubierta.
- Capaz porque está bueno lo que contás, no sé, historias que nunca son pero que vos vivís como lo más carnal y apasionado del mundo.
- No me queda otra...
- Tenés un amor en cada bar.
- Y vos uno en cada puerto, no te podés quejar...

domingo, 20 de julio de 2008

Retrato de un inmortal (parte I)

El Negro pasa el mate, amarguísimo, con espumita, delicioso, como siempre que se ocupa de la ronda. Tiene los dedos un poco ásperos por el trabajo pero la sonrisa firme y atenta al definir las vueltas, las cebadas pacientes que procuran conservar la compostura del brebaje.
El Negro solía ser algo tímido. Digo solía porque todos debemos saber de alguien que nos parecía tímido pero al conocerlo mejor nos damos cuenta de que solo era apariencia. Y las apariencias con él se han ido sorteando con los años.
Hace una pausa, apoya el mate en el termo y escucha atento a quien tiene la palabra en la ronda. Vuelve a su humilde rol de cebador.
El Negro es de esas personas amables y compañeras, que siempre están pensando en detalles que a otros pueden pasarles desapercibidos. Siempre se ofrece para dar una mano, siempre de voluntario para algo, siempre promete hasta lo que duda en poder cumplir, mientras sea para ayudar a otro.
Y se manda macanas, como todos, se desubica con sus expresiones de barrio, sus comentarios de calle, sus malas palabras. Queda pegado, no pierde ocasión de quedar pegado.
Y ahora, mientras me pasa otra vez el mate y le sonrío en vez de decir gracias (si se dice 'gracias' significa que ya no querés tomar más), lo veo con sus manos sacrificadas, su boca ancha y sus cejas extrañamente pobladas, lo veo casi a través del tiempo, comprendiendo con cada sorbo exquisitamente amargo del mate, cayendo en la cuenta de esa era de inmortalidad que hemos tenido hace unos años; todos nosotros.
Y aunque esa especie de escudo contra el mundo pasó de largo y nos dejó nada más que rutina, días y horarios apretados y poco tiempo para lo que verdaderamente importa, queda una estela del ser inmortales en el mate del Negro, en los ojos de cada persona en la ronda que espera su turno para hablar, que comparte codazos y risitas sofocadas y miradas que dicen más que cualquier palabra.
Quizás después de todo seamos algo inmortales todavía.

martes, 15 de julio de 2008

Mutis por el foro

No hay hombres a los que hacerle poemas. No importa. No hay ciudad que me acueste en sus letras. No importa. No hay canciones ya que me calmen, ni teléfonos sonando, ni gramitos de memoria para nimiedades cotidianas. ¿No importa?
Esta tregua que nos da el invierno sirve para que todo huela más a vacaciones, unas vacaciones que no tengo. Aún así, respiro el sol que entibia mi ropa las pocas horas que puedo alejarme de casa rumbo al sur, para que, durante el viaje, me deshabite la culpa y la radio me ocupe los rincones. Pero una radio llena de música y extravagancias. No tengo noticias del mundo.
No importa.
Y como estoy aislada, estresada, dolida, shockeada, conmovida, perdida, anestesiada, enloquecida, confundida.... y muchos etcéteras, no tengo mucho para escribir.
Por ahora me salvan esos viajes que planeamos, las huidas caprichosas con desconocidos y los futuros encuentros.




si quieren, pasen por acá

sábado, 5 de julio de 2008

Como vos...

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¿Puedo usar tus pinturitas? Porque yo quiero ser artista como vos...

Sabrina (4 años)


miércoles, 2 de julio de 2008

Anónima

El invierno se llena de pronósticos. Es la estación donde una voz a la mañana puede alegrarnos o arruinarnos el día. Pero en estos días me parece que los pronósticos no solo fueran importantes para el estado del tiempo, para acordarme de llevar paraguas por si llueve o decidir entre un ligero abrigo y campera-gorro-bufanda.
Hay que andarse con cuidado, no sé decidir si los pronósticos determinarán en algo o no mi vida. Ese es el gran dilema. Puede que los pronósticos ayuden en las decisiones, pero no sé si en verdad solo hacen eso o determinan el día o los días sucesivos. Cuesta saberlo.
Pronóstico de estas noches: Invariablemente sola con inestabilidades, mejorando hacia las 4 que es cuando pica el sueño.
Pronóstico para cuando hablo con ellas: Soleado, cielo despejado, desmejorando hacia la despedida.
Pronóstico de fin de semana: Tormentoso, con precipitaciones, desmejorando considerablemente hacia el domingo. Temperaturas bajas y viento huracanado.
Pronóstico para el futuro: Densamente nublado.
Y esa certeza de estar siempre "como esperando abril", aunque caminar por Montevideo se parezca más a dar vueltas en círculos que a pasear por la ciudad. Me salvan esta vez las tazas de café y la lectura, que he retomado con un entusiasmo bipolar.
Pero la certeza se disuelve por ríos de cordura, de sentido común, se apiña en las venas de la realidad y me devuelve una imagen distorsionada de mis planes.
La certeza de ser hoy y por siempre anónima.