jueves, 30 de abril de 2009

Entredichos

Iván no va a explicarle, por enésima vez, que se tiene que dejar ayudar si realmente quiere mejorar en algo. No va a repetírselo y, aunque sea lo único que está dispuesto a decirle cuando al fin alcanza la puerta y toca el timbre, sabe que no lo hará.
Abren. ¿Quién abre? alguien abre, saluda, lo conoce. Se conocen. Intercambian las palabras de siempre.
-Pasá, pasá.
Y traga, en silencio, pero con tristeza. En el trago se le van las fuerzas y las ganas de repetir las explicaciones.
Sube, está oscuro. ¿A quién busca? Fugazmente se le cruza esa pregunta y se ríe con amargura. No lo sabe. No lo sabés, Iván, es cierto, no sabés con quién te encontrarás hoy detrás de la puerta amarilla. Pero lo reciben con el pelo mojado cayendo en la cara y unos acordes de guitarra harto conocidos.
Está algo oscuro todavía, pero alguien detiene al otro antes que encienda el velador. Está bien así, no importa.
Para qué luz, si no hay luz adentro.
- ¿Para qué luz, si no hay luz adentro?
Le leyó la mente. No importa. El silencio hace las veces de respuesta y cada uno parece gesticular o asentir, como si verdaderamente se tratara de una conversación telepática. Pero de telepatía no hay nada. Demasiado ruido.
Y ella está ahí, tarareando sin ganas las melodías de siempre. ¿Por qué no te aprendés una nueva? Y porque no tiene ganas, le dice, no sabe para qué lo llamó, que le hable de cualquier cosa, le dice, que no tiene ganas de pensar, le dice, que no le venga con la perorata de siempre, le dice. Le dice, le dice, le dice, casi como premiándolo con las palabras. Él quiere esas palabras en la lengua, en su lengua. Iván quiere que le pase las palabras como un caramelo o un beso, que le diga, le diga, pero en la oscuridad y sin sonidos.
Hace mucho tienen un juego. Nadie nunca explicitó las reglas, todo se maneja sobre un tablero tácito y en una nube de supuestos. Ambos saben que juegan, pero ninguno puede, en realidad, decir nada sobre el juego, porque en eso está su naturaleza.
En algún momento ella va al baño. Él sabe que sobre su escritorio, siempre, siempre reposa una libreta marrón de hojas finas con márgenes rojos. Las primeras veces fueron tentación, aún no había comenzado el juego. Ella una vez lo notó, no lo sorprendió nunca leyéndola, pero se dio cuenta, de alguna forma, que Iván la leía. Y empezó el juego. Él también notó, en algún punto, que estaban jugando y que no era simplemente un descuido, se necesitaba su participación, tenía que leerla, tenía que enterarse, tenía que jugar para que ella aprendiera a callar, para que fuera más fácil decir sin decir.
Las cosas mutaban según los caprichos de turno. A ella se le antojaba demorar menos en el baño un día, se le antojaba que Iván tuviera una producción descomunal de adrenalina para no ser descubierto, acaso hacía mucho ruido al salir, acaso demoraba uno o dos pasos más de lo esperado. Las reglas principales se mantenían pero había ciertas variantes.
Miradas con sobreentendidos, sonrisas a medias, labios mordidos por no poder poner en palabras lo que ambos sabían.
Era todo silencio, ritual de ir al baño, ritual de leer, tirarse en la cama, tomar algo y a las cuerdas les salía sangre de escuchar siempre los mismos temas, ¿pero para qué quiero más?. Y cómo te fue en clases, che, todo bien, todo tranquilo. Las cosas de siempre, se decían, mientras callaban tanto que detrás de los ojos se acumulaba la pelusa de los meses. Y para qué lo había llamado.
Ese día no. Este día no, Iván, no vas a dejar que cierre la puerta amarilla. Se dijo que no, que esa noche no, que tenía que pedir ayuda. ¿Para qué? ¿para quién? Si todo era un gran absurdo de conversaciones acerca de fútbol con el viejo, asentir con la cabeza ante las noticias barriales de la vieja, sonrisas premeditadas en cada intervalo. Si llegar y ser allí se parecía mucho al cariño desparramado, casi como al descuido, que lo sorprendió una tarde y al que tuvo que resignarse, entre mates y pan con grasa, que ella separaba obsesivamente de la bolsa de bizcochos.
El tiempo pasa, la guitarra sigue gimiendo seguridades, la libreta parece descansar de una larga batalla en el borde del escritorio. Iván vuelve a pensar en esas palabras que estaba dispuesto a decirle ni bien colgó el teléfono aquella noche y se dirigió a su casa. Y también vuelve a sentir que algo se lo impide, que al fin le parece más cómodo escuchar por enésima vez su acotado repertorio en las seis cuerdas, que hablar. Iván no va a decirle por enésima vez lo que tanto debería decirle esta noche. El silencio, único protagonista de todos los juegos y todos los encuentros y todas sus historias, se impone en la habitación de la puerta amarilla.
Interrumpís el paso, Iván, permitile levantarse de la cama y completar el ritual de ir al baño. Ella te sonríe, te acaricia la cara y le da la mano al silencio, que te mira antes de acompañarla y cerrar tras de sí la puerta.
El baño por última vez. La libreta también mira a Iván y exhala.

martes, 28 de abril de 2009

3ella3

1. tiene ganas de bailar una chacarera. pero más ganas siente de tener una pollera larga y pesada y bailar algún paso doble en una habitación bien grande. sentir solo los rasguidos de las guitarras entre su piel, volver a ser esa que fue en un tiempo, cuando todo se apagaba fuera de sí al instante en que comenzaba a mover las manos o los pies. y zapatear bien fuerte. y fruncir el ceño mientras sus manos se mueven solas.

2. recién amarillean las cosas, pero todo le parece tan invierno. cuando, en las madrugadas de los sábados o los domingos, vuelve a casa, mira hacia atrás, paranoica, para descubrir que simplemente la siguen las hojas secas que el viento hace zapatear sobre la calle. amarillea la vida mientras el sueño entra en pantuflas y la muerte se baja de un taxi en una casa cualquiera.

3. extraña no extrañar nada. todo está enfundado en cajas herméticas, en cajones sin espacio. extraña no añorar nada, no sentir impulsos incontenibles para abrir una grieta. tal vez sí extraña pero sabe que las grietas no tienen vuelta atrás. lo extraña. y va a poner como señuelo una taza de café.

jueves, 23 de abril de 2009

Tiempo de desintoxicación

No es producto de la fiebre de estos días, pero después que pasó todo (con droga potente de por medio) , hay cosas que comenzaron a aclararse.
Si hace unos días, decía que era tiempo de trincheras, me puse un poco (solo un poco) más valiente y ahora es tiempo de desintoxicación.
Así es. Desintoxicación.
Me paro entre la multitud, tímidamente, miro al piso y digo mi nombre. Todos me saludan a coro, benevolentes, ansiosos, procurando dibujar en sus caras algún gesto de comprensión para animarme a hablar.
Eso, que necesito comenzar a desintoxicarme de relaciones que no me hacen bien. Aunque suene radical y feo. Sí, es desde un punto de vista egoísta, pero al fin decido escuchar los consejos que les doy a los demás y aplicarlos a mí misma.
Hay algún fulano en la vuelta, claro está, pero no tiene que ver solo con eso (hasta quizás me lea, quién sabe). Estoy cansada, sí, hasta físicamente, mis defensas están bajas (nunca me enfermo y apenas ha empezado el frío este año y ya me agarré gripe) y creo que mucho se debe a esfuerzos por sostener castillos de naipes, por sonreír cuando en realidad me dan ganas de mandar todo al carajo, por decir lo que realmente pienso pero siempre y cuando sea solo con fines constructivos y no para descargarme y, sobre todo, por callar mucho.
Luego viene la gente y me dice: ay, qué tierna que sos. Y aunque no lo considere cierto, yo agradezco este cumplido, que creo nada merecido, pero mi 'ternura' tiene menos valor en estos tiempos que un patacón.
Es tiempo de desintoxicación, de afrontar los períodos de abstinencia, de aprender a decir NO, de ahorrar en mensajes de texto, de dejar de buscar para esperar ser encontrada.
Estoy cansada de procurar ser vista, de ser buena amiga, de 'parecer' inteligente, de ser responsable, de dar 'buenos consejos', de servir de apoyo moral, de poner a un lado mis satisfacciones inmediatas en pos de un futuro que no llega.
Asumir los períodos de abstinencia.
Desintoxicarme.
Quizás hasta pueda sacarme de la sangre esa suerte de compuesto químico que parece repeler a la gente normal...

post un tanto confesional, como nunca. dejo una canción que me gusta cantar bien fuerte cuando tengo ganas de putear...

Varios...

Pequeña entrada para dejar constancia de dos cosas:

1- cambio de look del blog. abandonó ese toque naif que tenía y pasó a algo... igual de personal, pero más duro. no me convence del todo, hay algo que no termina de encajar, pero bueno, al menos quedará provisorio.

2- la gente que me conoce sabe que mi cabeza siempre está maquinando proyectos. aunque a veces suelo ser un tanto vaga para concretarlos, la creatividad, cada tanto, puede más, escapa, y me lleva a generar nuevas cosas.
ahora me agarró por crear otro blog (sí, otro, como si ya no tuviera tantos, dirán).
se llama "Recolectando aire", inspirado en la cita que mi amigo G. puso ayer en su blog. allí hay más info sobre de qué va todo eso...

vuelvo pronto con los posts regulares.
saludos.

lunes, 20 de abril de 2009

Agorafobia II



Un ensayito de este poema que fue publicado en el blog acá y que ahora traigo recitado.
Espero les guste...

(aclaración: el poema tiene dos títulos diferentes. en un principio se llamó 'agorafobia' y luego también se llamó 'permuta')

sábado, 18 de abril de 2009

The best friend

lunes, 13 de abril de 2009

Humor en la escuela I


Ufff, por dónde empezar... Hace mucho que quiero poner algo de esto y por una cosa o por otra lo venía retrasando. Mangacha Pertini era un personaje que aparecía en un sketch en Plop! un programa nacional que daban hace muchos años por Canal 12. Yo era muy chica pero recuerdo con nitidez varios de estos programas. Y Mangacha era algo que me fascinaba. Hoy, de grande, logro comprender muchas más cosas y veo mejor esta parodia, a la genialidad con que representaba un personaje existente en nuestra sociedad (el niño de escuela pública) y cómo con él abarcaba muchos aspectos de la idiosincracia uruguaya.
Laura Sánchez en la piel de Mangacha y la grandiosa Imilce Viñas como la maestra, sumamente estereotipada pero no por esto poco fiel a la realidad (creo que al contrario).

Al final de cada sketch, Mangacha pedía para recitar un poema de su autoría. Sacaba un papel arrugado de su túnica y se disponía a leer sus creaciones literarias, plagadas de humor, inocencia y guiños al público.
El responsable de guiones y poemas era Andrés Tulipano, quien no me parece genial, pero sí correcto, ayudado por las geniales interpretaciones de las actrices antes mencionadas.
Resulta que por aquellas épocas me compraron el libro con los poemas de Mangacha Pertini. Lleno de humor, desde la introducción hasta el sumario (en el que aparecen, con caligrafía de niña, varias sumas al mejor estilo tarea escolar), recuerdo haberlo devorado en ese entonces (yo tendría unos 6 o 7 años) y hace poco mi mamá lo rescató de quién sabe dónde y desde ahí lo atesoro entre mis cosas.
El poema que elegí es uno de los que más me gustan. Me gustaba antes, cuando era pequeña y todavía es el que más me hace sonreír con complicidad por bromas sutiles y por las obvias.
Será el primero de unos cuantos... cuando el blog necesite algo de humor, pasada esta aburrida explicación para quienes no tenían idea de qué se trataba, aquí estará Mangacha con el humor de la escuela.

domingo, 5 de abril de 2009

Tiempo de trincheras

para estar alerta
cada un par de días me pongo a pensar que soy tremendamente egoísta.
porque me pone mal la felicidad ajena.
cada un par de días también hay gente que me hace ver las cosas de distinta manera.
me demuestran que me pone mal la felicidad ajena cuando influye negativamente en mi felicidad.
reformulo: cada un par de días la felicidad de alguien influye negativamente en mi felicidad.
para contrarrestarlo, podría suceder que la infelicidad ajena provocara cierto regocijo en mí, pero no es así, nunca es así.
de todos modos, algo no está bien.

enumeraciones varias
a) es el colmo ser amiguita de una "ella"
b) la gente me extraña de forma rara
c) hay gente que me usa y me lo demuestra con eufemismos
d) a veces, a pesar de descubrir demasiadas diferencias, se llegan a las mismas conclusiones y no somos tan distintos al otro como creemos.
e) nadie es indispensable
f) cada día me gusta más el café
g) me conmoví al ver una hoja "Tabaré" y recordar muchas cosas. (esto va a aparecer en un futuro post)
h) aunque hay gente que se canse de decirlo e intentar demostrarlo, todavía no sé cómo mierda convertir una debilidad en una fortaleza.


me canso de sostener tanto silencio
es tiempo de trincheras... hay que resguardarse.