sábado, 16 de diciembre de 2006

LAS CARTAS SECUESTRADAS (Juan Gonzalo Rose)

Tengo en el alma una baranda en sombras.
A ella diariamente me asomo, matutino,
a preguntar si no ha llegado carta;
y cuántas veces
la tristeza celebra con mi rostro
sus óperas de nada.

Una carta.

Que me escriba una carta quien me hizo
los ojos negros y la letra gótica,
que me escriba una carta aquella amiga
analfabeta de pasión cristiana;
duraznos de mi tierra: que me escriban,
vientos los de mi rambla: que me escriban,
y redacte una carta pequeñita
mi hermana abecedaria y pensativa.

Muertos los de mi infancia
que se fueron
dormidos entre el humo de las flores,
novias que se marcharon
bajo un farol diciendo eternidades,
amigos hasta el vino torturado:
¿no hay una carta para Juan Gonzalo?

Si no fuera poeta, expresidiario,
extranjero hasta el colmo de la gracia,
descubridor de calles en la noche,
coleccionista de apellidos pálidos:
quisiera ser cartero de los tristes
para que ellos bendigan mis zapatos.

El día que me muera ¿en una piedra?
el día que navegue ¿en una cama?
desgarren mi camisa y en el pecho
¡manos sobrevivientes que me amaron!
entierren una carta.

(De Cantos desde lejos)

Leí esto en hordespondencia y me conmivió muchísimo, además de parecerme de una riqueza increíble. Me hizo acordar a "Las Cartas que no Llegaron" de Mauricio Rosencoff.
Hace más de un año la vi en el teatro, una puesta en escena austera pero muy elocuente. Escenografía mínima que colaboraba a crear una relación efectiva con el espectador, quien debe hacer un esfuerzo por imaginarse las cosas que faltan. Sin ser con una intención interactiva, en cierta manera lo es, hace que uno esté atento a lo que nos tiene que decir porque lo tenemos que descifrar. Por otra parte, el tratamiento de las historias paralelas es también digno de destacar, a uno se le eriza la piel al pensar en esas cartas perdidas o nunca escritas, confesadas desde lo oscuro de una prisión.
La parte más emocionante para mí, con la que casi se me escapa una lágrima, es cuando se visita el museo con las cosas de la guerra. Sobre el escenario no hay nada más que actores, pero comienzan a enumerar las cosas que hay a su alrededor, tales como cientos de valijas con diversos nombres, matas de pelo, zapatitos de niño, montones de zapatitos de bebé y niños pequeños. Me sorprendió haberme conmovido tanto con esa parte siendo que uno no ve nada, tan solo la reacción de los personajes frente a ese espectáculo devastador.
Muy recomendable, si es que alguna vez vuelven a darla.
Ahora en mi agenda está "La Cantante Calva", teatro absurdo, cómo no. Algo he visto de esta obra, aunque de Ionesco preferiría ver "Pim Pam Pum" y también me gustaría ver "Esperando a Godot" de Beckett, si es que alguna vez por acá existe la más remota posibilidad de que la hagan.

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