lunes, 12 de septiembre de 2011

Bienvenida-despedida



Los tambores suenan como el latido de un corazón. El corazón de Montevideo que me recibe de nuevo en su regazo de hermafrodita en pena. A otros los despide y les desea buen viaje, y es por eso que estamos caminando-bailando en esta calle con tanta historia de música, al compás de los tambores que no pueden significar otra cosa que el sonido de estar en casa.
Andrew baila y me invita a seguirlo. Casi sin darme cuenta estoy sobre los hombros de Andrew abarcando con mis ojos de noche prestada ese mar de gente que nos rodea. Más adelante la comparsa ensayando, a todos los costados la gente que disfruta los primeros signos primaverales en una noche de corazón latiendo y barrio en erupción.
Marcos sonríe y saca fotos. Sonrío también admirando su valentía de última noche en esta ciudad de tambores y lunfardo entrañable, que ha sabido mezclar, como cóctel marca registrada, con su idioma.
Allá arriba, sobre los hombros de un Andrew alegre y bailarín, la nostalgia se hace inservible y nomás puedo acompasar mis movimientos con ese cuerpo que me sacude sobre las cabezas de otros.
Me siento de regreso al sur y bienvenida, asistiendo a deshora a una despedida encaprichada con el regreso. Luego, abajo, las promesas, los deseos de banderas entremezclados con el abrazo último.
El barrio que sigue latiendo con su corazón de lonja. La calle que me pierde entre humo y el sabor amargo de una cerveza.

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