martes, 20 de abril de 2010

Olor a mandarinas

Y vas a oscuras 
buscas a tientas el olor a mandarinas 
y respiras y nos gusta aunque no me lo digas 
que luego hacerlo no nos cuesta nada.


Olor a mandarinas - Zahara


Siempre buscó a tientas con sus ojos claros. Un sapito, quizás, para hacer como en el poema, convertirlo en mano y no pedir mucho, no pedir casi nada, casi que así de poquito que con dos dedos te hacés toda una idea de lo que pide.

En el pelo siempre llevó olor a mandarinas dulces, esas cosas que creyó decir con inocencia una tarde en que octubre se devoraba sus ganas de no-ser y aprendía. Aprendía cosas nuevas, primeras veces de olvido, de sábanas con tos, de múltiplos, de abrazos que se regalan en la calle y que sin saberlo se transforman en tarjetas de visita.

Visitaba y dolía. Costaba. Te ponías tan serio antes y después. Una mecánica de trenes, de espiar las vías porque el trayecto era largo. Y tan tímidas las mañanas, tan temprano las partidas. Pero pelaba las mandarinas con los ojos claros y un buenos días dicho sin despertar a su lado, anteponiendo méritos triviales a las horas de sueño no compartidas. Y qué decirle. La ruedita del reloj giró, sonaron las campanas. ¡Ay! cómo sonaba ese reloj en las en punto. Pero no había más canciones a un click de distancia, solo fideos sin sal para aflojar los músculos en el después, que tampoco implicaba dormir.

La noche estaba envuelta en una niebla fantasmal. Tardó unos segundos en besarle las manos con gusto a domingo, se apoderó de los edificios, de ese lugar en que todo dormía y parecía demasiado de otro planeta. Minutos antes, los grillos cantaban en medio de la ciudad. La madrugada contemplaba su espera en la avenida solitaria, el antes a la niebla, el germen de un sueño que luego tendría. El sueño con olor a mandarinas. Porque fijate, porque venganza y las ganas que cuelgan de un hilo y decir que no, como Ulises, como Idea, como el poema que tiene guardado en esa carpeta con nombre genérico. Porque vos viste, porque al final, cuando ya nada, cuando los ojos se le cerraban de dolor de cabeza, porque el fernet, porque los nervios. Porque ahí un mensaje tipeado al descuido. Porque ya es tarde y nadie viene. Por las dudas.

3 comentarios:

Pablo Nuñez dijo...

Hermana que lindo! La verdad que leerte es una caricia al alma. besotes

eMiLiA dijo...

Cuántas referencias!! Cortázar, Ulises y sus sirenas de la mano de Idea y algo que me sonó a Alejandra hacia el final del texto.

Espero leer pronto lo que rescates de ese vértigo pizarnikiano.

Un abrazo!

Gonzinko dijo...

Y es asi... Muy dificil que dos se escojan mutuamente