jueves, 24 de enero de 2008

Espera

Se sentó y, frente a la pantalla, removió con las puntas de los dedos el resto de delineador que amortiguaba su mirada. Ocupó varios segundos en esta tarea que le ayudaba a conservar la calma mientras esperaba que del otro lado aquella voz invisible la rescatara del naufragio.
Como tantas noches, releyó repetidamente algunas cartas, comprobó que todo estuviera en orden, intentó distraerse con asuntos varios y volvió al blanco en la comunicación que pretendía se prolongase por horas.
Acarició sus propios pensamientos y se dio cuenta de la falta que le hacía ese rato virtual en el que se mezclaban acentos, pieles imaginadas, algunos versos ajenos, las voces de tantos que los precedían y sus propios miedos y ansias y sueños.
El resto de su vida era una tormenta sin norte, una absurda colocación de días y momentos sucesivos. De a ratos le asaltaba la idea de huir, de meterse en cualquier barco y escapar como polizón del veneno de la ciudad, de las horas interminables de clases, de los naufragios de otros, del viento que apenas movía las cortinas, de los sabios que de tan sabios mataban la libertad.
Algunas luces parpadearon. Falsa alarma.
Colocó los pies sobre la silla, con las rodillas aplastadas contra el pecho, comprobando que cada vez era menos el resto de negro debajo de sus ojos. La madrugada imploraba respeto, delataba a quienes estaban fuera de sus camas para simplemente dejarlos morir en la negrura de la cita en vano.
Más al sur, algunos estarían comenzando el ritual urbano de divertimento popular, alguno que otro el ritual de apareamiento, mientras que los parias bailarían solos por el resto de la noche.
Allí no había ni bailes ni diversión, solo el ritual comprometido de la noche, que siempre se hacía inhóspita hasta que iniciaba la comunicación, hasta que él llegaba con algún verso de Hernández o Juarroz como recién arrancado de un campo de flores.
Pero nada pasó. La mañana la encontró con un poco de negro chorreando por las mejillas, recostada contra un escritorio cansado. Un nuevo día que atentaría contra su paciencia y su esperanza, una nueva oportunidad de llegar entera a una noche que esta vez, no prometía nada.

6 comentarios:

Jorgelina Mandarina dijo...

Muchas veces senti lo mismo, frente al escritorio, mirando el telefono. Esperando, siempre esperando, Gracias amiga... muchas gracias por estas palabras...

Nico dijo...

Eclip excelente artículo!! Mejor dicho, excelente pedazo de arte! Te felicito por dejar fluir tus sentimientos de esa manera y expresarlos en palabras de una forma tan sorprendente. Beso, nos hablamos.

Eclipse dijo...

gracias jor! esto si que es el sueño de cualquiera! que se sientan identificados con lo que uno escribe.
quién no ha esperado en vano alguna vez...
nico, nos estamos viendo, me alegro que te haya gustado también.

Irina, dijo...

a veces, cuando la noche no promete es la vez que decide dar. eso es lo cruel de las esperas.

Eclipse dijo...

es cierto, son tan traicioneras que nos dividimos en cobardes o valientes. Siempre está esa duda de... y si pasa algo? y volvemos a caer en las redes del tiempo, que se empeña en traicionarnos.

Donato dijo...

Qué bien que escribís. Me encantó.