miércoles, 24 de octubre de 2007

He vuelto

Buenos Aires nos recibe entrecerrando los ojos, uniéndose a un bostezo colectivo. Desde la terraza del barco diviso su luna como una de las tantas marquesinas que la pintan tan enorme a mis ojos.
La estación de Retiro se derrumba al aparecer frente a nosotros, nos trae recuerdos de desilusión, perros sin dueño, olores imposibles de identificar. Y la espera, esa cantidad de pares de ojos escrutándose mutuamente, tímidos en las risas o en las fotos, tímidos para poblar el aire con expresiones de cansancio, tímidos para rugir de hambre o hasta para cerrarse en una ocasional siesta que adormezca también la espera.
La timidez se confunde en el agua de Mar del Plata, se va haciendo humo con la jornada que aguarda, con los cientos de cosas que se deben guardar en nuestras mentes, aunque, en mi caso, es más en el corazón.
Vacía de poesía, comienzo un letargo extraño de deformación profesional, una vigilia interminable que me lleva a lugares desconocidos y a la vez me sumerge en un mar de deja vus... y el tiempo que corre.
El estadio, las enormes letras que empiezan la frenética expectativa, las charlas que desilusionan, las que nos dan vuelta, los objetos extraños, los afiches, los deslumbramientos colectivos, las ausencias, más desilusiones y más "salados" que nos tapan los ojos con gárgaras de novedad.
El sueño también avanza, pero el descanso se deja para otros días. La aturdidora madrugada me sorprende sin ojos que manchar, sin ataduras, sin espejos que llenar. Y así me deslizo, me dejo escurrir entre la música, entre desconocidos, entre las decisiones de otros que pesan como brújulas sin norte sobre mi cabeza.
Más días que pasan a toda velocidad, más cansancio, más ganas de completar los itinerarios y de documentar y de vivir y de llevar llevar llevar...
Buenos Aires nos recibe nuevamente en una mañana plástica. No puedo evitar el creer escuchar esa canción que me la retrata dulcemente y que sigo en mi recorrido... La calle Corrientes y sus teatros, Florida y el tajo en la misma falda, mientras el tango me hace pensar también en mi tierra. La canción suena y sigue sonando mientras me pierdo en los intereses ajenos, mientras me distraigo sacando fotos que solo yo comprenderé luego, distante de propósitos distintos a revivir la ciudad en poesía.
Tengo miedo. Volver es siempre caer en la cuenta de muchas cosas. El abrazo de la otra orilla me hace pensar en tanta gente...
Duele la ambigüedad en las ganas de quedarme por siempre y volver con mi gente y dormir en mi cama. Duelen las veinticuatro y tantas más horas sin dormir, duelen los kilómetros caminados, los malhumores, los presagios de una nueva soledad.
Al menos este vacío tiene el sabor al subte y la 9 de Julio que me hacen sentir venida del medio del campo y dudar de si esto me alegra o no.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me daba una vuelta a ver q contabas.. Me alegra pila q la estes pasando lindo.. Pero no te olvides de tu querida montevideo, no tan mistica quizas, no tan asombrosa, pero q se yo, tu hogar, lleno de la gente q te quiere.. Q mas decir.. A ver cuando nos vemos! Por cierto, linda foto, re original.. Besotes

Erranteazul dijo...

Buenos Aires siempre será plástica, de día o de noche, desde el mar o desde el cielo. Sin embargo, tu visión de Corrientes y de Florida y de todo lo demás le dará un aire nostálgico que no descubrí antes. Incluso el tango, pero el tango argentino, no el uruguayo, me parece diferente después de haberte leído.
Ahora que 24 horas sin dormir es tantísimo, a menos que 15 de ellas las hayas dedicado a la bohemia entre Boca y Caminito.
Y yo, desde Norteamérica oteo el horizonte primaveral de aquellos contornos que tanto extraño y que algún día me harán volver.
No sé si quedarme con la agitada urbe del río de La Plata, o mejor con aquella casita en Colonia rústica. En todo caso, con las dos!

Debes estarla pasando genial. Así lo deseo y brindo por ello con un tequila doble, al tiempo que un beso se pierde rumbo a Montevideo.