Saber a veces duele.
No le gustaba su nariz redonda, pequeña.
Saber sin querer enterarse.
No le gustaba su baja estatura, el pelo rebelde y sin forma.
Una estampida de realidad que creía perdida se abalanzó sonriente sobre sus ojos y su rutina. Y esa especie de entelequia comenzó a vibrar, a rugir, a gemir apenas de a ratos, a burlarse de las trabas con que había creído asegurar las puertas.
El conocimiento puede ser como el fruto prohibido.
No le gustaban tantas cosas y sin embargo...
Esa sabiduría de lo banal le trajo postales de otros tiempos, que atesora bajo llave y nostalgia, entre canciones y aromas enredados bien al fondo del cajón.
2 comentarios:
Hola:
¡Qué bonito! Me gusta mucho cómo escribes, me alegro de haber encontrado este original rincón. Un placer visitarte, espero regresar.
Un beso,
Windflower. :)
Mamina, que bien nos vendría pasar largas horas juntas!
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