jueves, 4 de agosto de 2011

Postpremoniciones

"De pronto, a la mañana, el cigarrillo en ayunas y un humo temerario nadando en el aire. Entonces el asco. Tanto asco que la idea de cualquier cuerpo le es insoportable. Tanto asco que no sabe dónde poner las manos y, mucho peor, no sabe qué hacer con su cara"
De textos perdidos por ahí

Se asoma desde la terraza y los lentes de sol se desprenden de su cabeza, resbalan entre el pelo aún sin desatar y amenazan con caer dos pisos más abajo. El reflejo y la mano que los atrapa a media caída, la respiración contenida por segundos que se suelta de golpe.
Es de noche y hace luna. Luna llena. También calor.
Mira hacia arriba y luego vuelve la vista sobre la gente que se amontona en el boliche de la esquina. Se siente protegida allí arriba, aunque su cuerpo sólo vista una sábana enroscada y haya estado a punto de perder los lentes.
Se suelta el pelo, cae en bucles marrones que, al contrario de lo que sucede en las publicidades de shampoo, no brilla ante la fuerte luz de la luna. Y sí que es fuerte.
El verano y la escapada por unos días la llevaron a esa terraza lejana, desde donde contempla el casco viejo de una ciudad casi tan anónima como ella esa noche.
Luego volverá al cuarto minúsculo donde alguien la ensaya sobre una hoja de papel desde hace rato. Ella subió a tomar aire, respiró la luna, se sonrió al pensar que podría haberle dado un nombre falso en lugar de su verdadera y pasajera identidad por esos lados. Las líneas indecisas del lápiz surcan el blanco tomando la forma de su cuerpo envuelto en sábanas, recreando una situación ficticia, como si, de pronto, ella se asomara desde la terraza hacia la calle y algo se estuviera precipitando al vacío.

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