domingo, 17 de julio de 2011

Después


La rubia mira a la cámara y sonríe. Se dispone a cantar alguna canción y practicar juegos, tontamente feliz.
La verdadera rubia, la que debe estar en su casa a algunos kilómetros, ignora que es observada a través de la pantalla, mientras protagoniza un momento feliz de la vida de alguien.
Ya pasó demasiado tiempo. El video se volvió aburrido. Sin embargo él sigue mirando y cada tanto sonríe. Hay en su mirada un noséqué de nostalgia, se deja llevar, casi contra su voluntad, a aquella tardecita de sol en el sur, rodeado de gente querida.
Ya no es la rubia con nombre pseudo francés quien le mueve el piso. Pero tampoco esa otra rubia que tiene a su lado y desde la oscuridad observa su cara transformarse al recordar viejos tiempos frente a la pantalla. Ella lo observa y sabe que las cosas no serán lo mismo, que los ojos no mienten, que algo se le quedó atracado en el alma al rescatar el viejo video de los archivos llenos de polvo que quizás prometió dejar congelados.
Esperan a que termine y el aire se carga de silencio.
Ya no se ríen ante el miedo absurdo de encontrársela en el barco, de retorno a casa para él, de vuelta a la aventura para ella.
La tarde se adivina borrosa y el calor puede más. Más tarde habrán despedidas y promesas.
La certeza llegará tarde. Cuando recuerde la nostalgia en los ojos al ver pasar el video de la felicidad perdida, ya se habrá desatado la tormenta.
Para entonces, sin saberlo, ella leerá una novela de quinientas páginas y esperará más tormentas, hasta que el sol la encandile y se prohíba revivir imágenes que anidan en el polvo de sus archivos virtuales.


1 comentario:

Poeta Errante dijo...

La certeza llegará tarde... Me quedé pensando en esa frase, y probablemente lo haga durante las próximas semanas, y quizá meses.
Me gustó leerte, Eclipse. Pero más saber que estás bien. Suerte nena!
Cuidate Chaplin :-)