sábado, 5 de febrero de 2011

Observaciones y apuntes



Diario de viaje III
21.01.11

Paseo por el  MNBA I


María del Pilar tiene sólo siete años. Le tiene miedo al cuarto de sus papás. Además de la cruz enorme en la cabecera de la cama y el olor a cedro de los muebles que le trae vaya a saber qué malos recuerdos, sobre la mesa de vestir de su mamá están esos monstruos dientudos.
De día parecen inofensivos y solamente muestran su lado más amable, luciendo sus colores opacos bajo las mantillas que mamá Carmen manda planchar una vez por semana con Lala y que Carmencita codicia con sus escasos quince años.
Carmencita sólo habla de telas y vestidos y las cosas que la tía Eurídice le va a traer de Europa. Fue en uno de los paquetes que tía Eurídice envió una mañana de abril, que María del Pilar vio por primera vez uno de esos monstruos dientudos y se horrorizó. Hasta entonces habían sido sólo las amplias peinetas que mamá Carmen y sus amigas, como tantas mujeres de la colonia, lucían en sus cabellos largamente peinados y sometidos a todo tipo de cuidado.
María del Pilar lucía el cabello corto debido a una enfermedad que le producía mucha fiebre y el cabello largo y rizado no ayudaba a bajarle la temperatura corporal.
Quizás sea que recuerda entre sus delirios, el fuerte olor a diversos ungüentos y los pasos apurados de Lala, entre las oraciones de Carmencita y los llantos de su mamá, aquellos monstruos dientudos que la miraban desde la mesa de vestir, con sus dibujos semejantes a ojos malignos y los afilados dientes que parecían querer devorarla y que por el día le susurraban cosas, escondidos entre el cabello de las mujeres.



Paseo por el  MNBA II
"Lo fundamental de nuestras coincidencias es la convicción de que la única forma de aventurarse en el arte es la de aventurarse en el hombre. Una pintura con 'seguro de vida' nunca logrará el fin propuesto"
Noé, Macció, Deira, de la Vega

Paseo por el MNBA III

Mi padre nacía y Noé pintaba "Introducción a la esperanza". Mi padre nacía y Jorge de la Vega sentenciaba: "Seres midiéndose con el vacío y un espejo para que se miren."
Hoy el espejo me devuelve a mis deformidades en el vidrio, indocumentadas y solitarias, midiéndome efectivamente con el vacío, con el poder del aire envolviéndome el cuerpo.
Las sandalias nuevas me lastiman los pies pero no me quejo. Sigo midiéndome entre una necesidad vital de sinestesia y las maravillas que debo callar. Recorro amplios pasillos entre murmullos y un tinte solemne que me cohíbe. Quisiera oler esos colores, entrar en las esferas invisibles de su historia. Pienso con más fuerza que nunca en mi teoría sobre el murmullo creativo como única validación de la obra. Abro los oídos y disperso mis sentidos para tratar de oír en cada pieza ese murmullo que el creador silbaba internamente al momento de su ejecución.
Estoy sorda. No se ha introducido en mi paseo la esperanza.


Paseo por el MNBA IV

Son hermanas. O primas. Pueden ser simplemente de esas amigas que se simbiotizan en físico y vestimenta. Ambas de sandalias negras, cómodas para caminar, ropa de turistas, cabello casi blanco, corto. Se me hacen un par de gringas progre que aprovecharon su reciente divorcio (o que postergaron cosas encadenadas a una esperanzada soltería) para cumplir los sueños de la juventud. Quizás sean simples aficionadas a los viajes.
Recorren el museo con libros, diccionario en mano, guías turísticas y una lupa. Sumada a sus lentes para ver de cerca, les ayuda a encontrar palabras que intentan descifrar y tal vez aprender.
Llevan los lentes colgados con discretas cuerditas negras, morrales de lona y van peinadas al costado.
Las oí comentando alguna cosa en la sala de arte argentino contemporáneo, pero hice un esfuerzo para obnubilar mi conocimiento del idioma y percibirlas como parte del encanto del lugar, como dos piezas más de ese espacio a recorrer, accidentado por sorpresas a la vuelta de cada pasillo.

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