sábado, 7 de enero de 2012

Te caigo en suerte, me caes en suerte

Nos bajamos del cielo desmontándolo sin ganas, presas de un susto ficticio, como si se acabara la vuelta de la montaña rusa.
La tarde consiste en administrar cuidadosamente las sonrisas para que lleguen a la noche, para que nunca falte esa tibieza íntima de las amistades.
Pienso en otros eneros. Ellas fuman codeándose cada tanto en un sopor exquisito de nocturnidad, como si no se hubiesen bajado nunca del cielo.
Se escapa, quizás, el murmullo de un poeta que también supo de nubes.

A una y otra mano...

A una y otra mano, allí
donde me crecían las estrellas, lejos
de todos los cielos, cerca
de todos los cielos:
¡Cómo
se vela allí! ¡Cómo
se nos abre el mundo a través
de nosotros!

Tú estás
donde tu ojo está, estás
arriba, estás
abajo, yo
encuentro salida.

Oh ese centro errante, vacío,
hospitalario. Separados,
te caigo en suerte, me
caes en suerte, uno del otro
caído, vemos
a través:

Lo
Mismo
nos ha
perdido, lo
Mismo
nos ha
olvidado, lo
Mismo
nos ha -

Paul Celan
De "La rosa de nadie" 1963
Versión de José Luis Reina Palazón
Obras completas - Editorial Trota 1999

1 comentario:

Verónica dijo...

¡Me encantó!Pero de verdad de verdad.