lunes, 5 de enero de 2015

De puerto a puerto

Desandar las costumbres. Aunque hayan sido mentira. El sabor de la seguridad es el remedio de Mary Poppins para las cosas feas que uno tiene que soportar. Un poquito de azúcar. Nos hacemos maniáticos en las costumbres, obreros de sol a sol que dudamos si ir a trabajar cuando caen tres gotas. Las preferimos radiantes, las vemos radiantes aunque sean puro tedio, repetición homicida, cuento de hadas mal atendidas.
Cuando llorábamos de puerto a puerto, cuando te secaba las lágrimas a besos, creía que era más fuerte de lo que era en ese entonces, pero no. Ir de mar en mar, de cadena en cadena, con las anclas tristes como consoladores de sirenas, me volvió imparable. Ahora soy un poco Medusa, maldecida y maldiciente, convirtiendo en piedra todo intento de asomarse a mis ventanas.
Nunca aprendí a nadar. Las dueñas del mar lo saben y me evitan, sonríen mientras arrastran a los hombres hacia las profundidades. Lo que ellos no saben es que de nada les sirve nadar ahora, y yo los miro hundirse, desde la superficie de este mar estrellado y caliente.
Tengo el viento a mi favor aunque nadie me espere en el puerto. Por primera vez y para siempre.

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