La humedad se asusta de la piel perfecta, se instala en mis pies que no han terminado de recorrer el camino a casa.
Y sin embargo hay un cuerpo que se despide del día, en otra oscuridad, cegando a las sábanas con su roce exquisito.
Hay un cuerpo traído del infinito, suave hasta las lágrimas, que abandona la caricia justo a tiempo.
Un sofismo luminoso se encarga de encerrarlo para siempre en la memoria.
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