Cerca de la estación de Floresta, al otro lado de las vías, dos hombres y un niño están subidos a un andamio.
Trabajan desde hace días en un mosaico enorme en una pared.
Las piedritas de colores parecen titilar con el resplandor de la tarde, con ese sol que se duerme entre los vagones.
Alcanzo a ver unas personas en el colorido muro, con fascinación descubro una bandera uruguaya, con fascinación observo al niño alcanzar materiales a los adultos.
El tren arranca y mi sonrisa se convierte en nostalgia.
Me dan ganas de saltar a las vías, cruzar y ensuciarme las manos y el corazón en el trabajo ajeno.
3 comentarios:
Sos tan linda, Carito.
Yo sos de acá, no tardes en volver!
YA* sos de acá!
imposible ensuciar ese corazón!
(salgo mucho a veces vuelvo- como el tema de catupecu)
Publicar un comentario