Lo habia besado con el alma, como hacía tiempo no besaba a nadie. Y fue en el alma donde recibió también ese beso que se le devolvía frágil y a la vez seguro sobre los labios.
Tuvo una certeza extraña, a siempre y a nunca al mismo tiempo. Contó días sin saber por qué, esperó un temblor de cielo mientras el ascensor seguía su camino.
Llegó y la habitación estaba lista para la breve muerte nocturna. Amanecería con un almuerzo compartido y ese rincón del alma extrañando el beso de despedida, que inauguraba un solsticio de veranos interminables en el corazón.
(y hoy me levanté con tantas ganas de escuchar a Lisa)
2 comentarios:
hola! me gusta esta historia de amor! hace mucho que no te comento, pero siempre leo, también hace mucho que no escribo pero se ve que es así,son etapas bloggeras.
Sobre besos no hay nada escritos... O era sobre gustos?? Saludos
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